...Y deletreo eclipses dentro de una caverna…
Y un hada con cornamentas deambula por el pasillo.
Desde aquí puedo ver cómo un verso se ahoga en su propia caricatura.
Gracias a un legionario tengo el alma moruna,
persigo la nada,
porque la nada no olvida ni recuerda, ni existe, ni enferma, ni muere, ni por nadie.
Nada hay en la nada, mas
quiero decorarla, ornamentarla,
con un amor vencido.
Con mi nada en sí misma, derrotada a la tuya.
Donde te eché el guante para llevarte al huerto, copioso en espinas, y en manzanos podridos,
donde los pájaros hablan con nostalgia,
y el cielo es la carcoma que corroe mi buzón.
Cómo ves, nada es…
Quizá no sepa apreciar el abrazo de un zombie.
O tal vez no esté vivo, y solo tenga hambre de una regadera.
Incluso puede ser que mis huesos reposen en la calma.
Pero sigue siendo nada.
Incluso aunque te ame a sol abierto.
No puedo penetrar, como ves, el tiempo ni el espacio.
Me acostumbré a la nada.
Soy la pintura rupestre del Big Bang.
Permíteme que estalle la oscuridad, y que duerma entre orejas.
Que habite, more, repte o vuele sabiendo que tú eres el polvo que no existe.
No, no, no, no, no.
No se puede ser algo dentro de una canica.
Creo mudar mi piel, pero es solo el principio de los tiempos.
Y no apareces ya.
No eres Dios, pero casi.
Solo, repito, solo, solo, solo, solo…
Y un agujero negro se lleva mis poemas…
Y más solo que solo,
aprendo a sumar
tu nada con la mía.