Bastó una palabra, una mirada y sombra extendida,
para oír tu voz en el ruido de las hojas estrujadas,
todo mi cuerpo florecido en un recodo del camino,
con la dulce armonía de los hálitos puros de la vida.
El cielo con luna tiesa y un torrente pálido de astros,
vio la tierna expresión de tus rasgos sin prisa,
las manos que por descuido tocaron las mías,
fueron centinelas de sueños a medida del deseo.
Un día de fuego nos aturdió en la hierba tupida,
desanudamos los cuerpos huidizos y con intriga,
se contuvo el aliento con la imagen de los besos,
y el instinto buscado en las mejillas cálidas del rezo.
Sin ninguna huella de sed bajo las hojas perennes,
el misterio del amor se encendió en la orilla del viento,
las horas se expandieron con arrullos de palomas,
y se hundió el crepúsculo en la luna atesorada del tiempo.
BRISEIS