En el bosque de robles era absurda la luz del día,
de sereno amanecido iba el aire entre los cercos
junto a una salamandra en fuego que aniquilaba larvas.
En ese verde mundo, la lluvia era verde,
casi verdes las coquetas anémonas,
y las tontas polillas que iban en busca de la flor
entre ramas despojadas, también eran verdes.
Se durmieron mis palabras diseñando su perfil,
en la noche el mutismo era un pájaro inducido
que iba silente a buscar su renacimiento.
En este santuario sueña mi remolona musa
que se alza jovial sobre las desgreñadas hierbas,
confeccionada de nieve templada y candela tenue.
Y en el verdoso y translucido silencio
se deshacen todas sus palabras a mi oído:
¿Qué muralla de agua te cobija?,
tal vez vives adormilada
con el pómulo entre pétalos de rosas
y cubierta de espectros y visiones,
entre el alba de trinos y perfumes
escuchando del viento campanarios.
Arrestando añoranzas con dedos cabales,
todo lo que eres tiene el matiz del sigilo,
tu entidad es una ermita con secretos,
por dentro resides en ruta sin métodos
donde la pasión transita de largo.
Alguna vez te quisieras arrimar
a embriagarte con tus versos,
pero…
te relegas en la niebla de lo usual
dentro del bosque,
allí tu alma emite un aullido,
¿hay unión, o como siempre
todo se hace cuarzo?...
Sólo tú
eres dueña de la insondable finitud
de los sentidos...