Dentro
Publicado: Vie Abr 20, 2018 08:19
Quizá el hombre o el rumbo
vuelen dentro de mí
con la tenue distancia
entre estar junto a ti o atado a tu recuerdo,
ése que permanece olvidado
como un libro cubierto
de polvo,
o como un corazón latiendo latitudes
desangradas del cielo
cuando llueve,
cuando repiquetea el agua en los tejados,
cuando nubla la vista una lágrima envuelta en el cuaderno,
pero pliego mis hojas,
pero cierro mis ojos
para dejar que caiga,
para nacer al mundo
oxigenando el fuego
frío,
con luz tupida
y solidificada
e instruida en el arte de la aguja.
Y no alcanzo a coser el cielo con la tierra,
silbo mirando al suelo
como un viento cohibido,
curtido en los rincones de tu piel
donde el riesgo creó ese primer latido por amor,
donde el agua rompió
como un rayo oxidado mi tormento,
y yo siempre sabré que me enseñaste a deslumbrarme.
Ahora ya no busco,
ya tengo la mirada que se cierne
sobre las tempestades.
No camino perdido, de ti aprendí a mirar dentro de las estrellas.
Respiro cada aliento, contemplo cada día,
y recubre mi cuerpo y mis sentidos la flor de mi regreso
con el alma,
mientras la primavera ha tendido su manto
sobre cada ilusión y cada espejo.
Hoy me miro a los ojos y solo encuentro versos
hasta la infinitud de mi memoria.
Me examino profundamente,
cojo aire y lo exhalo,
como si cautivara
aún
nuestro amor marchito,
reanudo desde el vientre
un sendero de luces
que vierten los iguales del tiempo y la esperanza
transitados aún por el encanto,
y el canto de las piedras
rueda hasta mi garganta
con la que desatasco la eterna voz dormida
y como una ribera, permito que me inunde y me vacíe,
como si fuese un hueco entre el hombre y la historia,
y me ausento de mí, queda ya lejos
esa belleza llamada poesía,
y me cubro de besos del pasado,
esa belleza llamada poesía,
y me encuentro un sinfín de versos en mi boca
en la que penetraste sin tocarla,
en la que hacías mías tus palabras.
Y persigo mis pasos, como un sueño en la tarde,
y es al anochecer cuando entras en mi pecho,
como un ave valiente,
un murciélago solo para mi sombra y mis palabras.
Y allí encuentras la calma
que reposa en el cielo de mi piel,
una ventana al mundo sin cristal,
solo la transparencia
y el júbilo de ser el espejo de mí.
Mis huellas indelebles,
mi deseo es el pozo sin fondo donde cae tu moneda.
Me abro dentro de ti, te abres dentro de mí.
Y cuando se me olvida ponerle nombre al sol,
cae la noche,
como un grito dormido tú me cubres la luna.
Y ciegos de miradas,
y todo lo demás,
el alba nos desnuda
y amanecemos
profundamente nuestros.
Y tan profundamente que el sol baña la sombra.
Y llego a mi destino, al más puro latido…
Y late y late y late para siempre
porque tú lo has querido.
vuelen dentro de mí
con la tenue distancia
entre estar junto a ti o atado a tu recuerdo,
ése que permanece olvidado
como un libro cubierto
de polvo,
o como un corazón latiendo latitudes
desangradas del cielo
cuando llueve,
cuando repiquetea el agua en los tejados,
cuando nubla la vista una lágrima envuelta en el cuaderno,
pero pliego mis hojas,
pero cierro mis ojos
para dejar que caiga,
para nacer al mundo
oxigenando el fuego
frío,
con luz tupida
y solidificada
e instruida en el arte de la aguja.
Y no alcanzo a coser el cielo con la tierra,
silbo mirando al suelo
como un viento cohibido,
curtido en los rincones de tu piel
donde el riesgo creó ese primer latido por amor,
donde el agua rompió
como un rayo oxidado mi tormento,
y yo siempre sabré que me enseñaste a deslumbrarme.
Ahora ya no busco,
ya tengo la mirada que se cierne
sobre las tempestades.
No camino perdido, de ti aprendí a mirar dentro de las estrellas.
Respiro cada aliento, contemplo cada día,
y recubre mi cuerpo y mis sentidos la flor de mi regreso
con el alma,
mientras la primavera ha tendido su manto
sobre cada ilusión y cada espejo.
Hoy me miro a los ojos y solo encuentro versos
hasta la infinitud de mi memoria.
Me examino profundamente,
cojo aire y lo exhalo,
como si cautivara
aún
nuestro amor marchito,
reanudo desde el vientre
un sendero de luces
que vierten los iguales del tiempo y la esperanza
transitados aún por el encanto,
y el canto de las piedras
rueda hasta mi garganta
con la que desatasco la eterna voz dormida
y como una ribera, permito que me inunde y me vacíe,
como si fuese un hueco entre el hombre y la historia,
y me ausento de mí, queda ya lejos
esa belleza llamada poesía,
y me cubro de besos del pasado,
esa belleza llamada poesía,
y me encuentro un sinfín de versos en mi boca
en la que penetraste sin tocarla,
en la que hacías mías tus palabras.
Y persigo mis pasos, como un sueño en la tarde,
y es al anochecer cuando entras en mi pecho,
como un ave valiente,
un murciélago solo para mi sombra y mis palabras.
Y allí encuentras la calma
que reposa en el cielo de mi piel,
una ventana al mundo sin cristal,
solo la transparencia
y el júbilo de ser el espejo de mí.
Mis huellas indelebles,
mi deseo es el pozo sin fondo donde cae tu moneda.
Me abro dentro de ti, te abres dentro de mí.
Y cuando se me olvida ponerle nombre al sol,
cae la noche,
como un grito dormido tú me cubres la luna.
Y ciegos de miradas,
y todo lo demás,
el alba nos desnuda
y amanecemos
profundamente nuestros.
Y tan profundamente que el sol baña la sombra.
Y llego a mi destino, al más puro latido…
Y late y late y late para siempre
porque tú lo has querido.