el sol no logro despedirse, tal como era su costumbre,
dejando planes incubados y deseos en plena desventura,
las calles se perdían, ante los ojos sin su conocido vislumbre.
Sin esa monotonía, creo que jamás hubiese descubierto,
la belleza que se escondía, en aquella inocente princesa,
eso ojos, que le daban a la penumbra armonía y acierto,
dándola a mi agudo aburrimiento, un aplomo con sutileza.
Aún no encuentro, la razón y el motivo que me llevaron,
a ponerme frente a frente, con esa mirada que hechizaba,
de la nada mis instintos, de un furor desconocido se llenaron,
sigo sin entender, el por qué se dio, que a la fuerza la besara.
Beso que conmovió, cada partícula de mis huesos y mi carne,
beso salvaje, llevando sentida ternura jamás antes despertada,
fui agresor, más este hecho, fue a mi, que llego a perjudicarme,
es que mi alma, entre sus labios se quedó para siempre atrapada.
José Estrada