¿NO ES VERDAD ANGEL DE AMOR?
Publicado: Dom May 04, 2014 12:23
"¿No es verdad, angel de amor
que en esta apartada orilla
más clara la luna brilla
y se respira mejor?"
- !Ay, Pepe! !Hijo! ¿Cómo se te ocurren estas cosas? !Hay que ver la cabeza que tienes!
Marianilla, la del colmenero, miraba embelesada a su Pepe, por cuya boca escapaban esas dulces y románticas palabras que la hacían temblar toda...
Poco importaba que no fuera aún de noche sino un atardecer lánguido y seco -culminación de un dia agostador- donde hasta las moscas paraban en su zumbar para reposar en las verdes y frescas ramitas del "Charco del Cura".
El "Charco del Cura" era una fosa natural regada por las aguas de algún manantial desconocido, llamada así por ser el lugar en donde (según decían los viejos) un párroco un tanto decrépito y dado a reverenciar con exceso las virtudes de ese vino dulce y pastoso que utilizaba en sus oficios litúrgicos, acabó sus días confundiendo el camino que acababa abruptamente en el desnivel de sus aguas con un atajo providencial que lo llevaría de vuelta a su iglesia...
Pepe (o Don Pepe, como a él le hubiera gustado ser llamado por sus vecinos) miró con dulzura los mansos y redondos ojos admirados de Marianilla, que eran fiel reflejo de esas otras lánguidas miradas provenientes de aquellas pocas vacas que, rumiando lentamente a algunos pasos de ellos, observaban, entre bocado y bocado, a la pareja...
!Pepe, "el lunático" decían!
!Pero, qué iban a saber aquel atajo de rufianes incultos y bastos!
Sólo alcanzaban en su estupidez heredada a través de centurias a escribir con enormes faltas de ortografía carteles para anunciar la venta de verduras o los descuentos "ECEPCIONALES" que se hacían a partir de las 10 de la noche en el bar de la plaza para el que quisiera tomar cerveza de centeno y vino de "VARRIL"...
Entre tanta barbarie y simpleza su alma profunda de poeta se resentía y se dolía a cada instante.
Don Cesar, el párroco del pueblo, (más joven y menos dado que su famoso predecesor a agradecer sin mesura el don de la sangre de Cristo en forma de generoso mosto) leía de vez en cuando, desganado, los versos que brotaban de su ardorosa pluma, pero...
!Cómo pedirle que entendiera el fuego ardiente de desgarrados sentimientos llenos de maestría si sólo se había formado en lecturas de aburridos y desfasados santos y en ediciones viejas de biblias caducas!
Su Musa... esa inspiración que como un soplo divino arribaba a su mente sin aviso, se hallaba ultimamente esquiva y las palabras no acudian con la celeridad ni el furor de antaño.
Observó de nuevo a Marianilla... que concentraba ahora su mirada extasiada en el raso cielo, buscando trazos de esa luna mencionada por su Pepe y aspirando tozudamente bocanadas del aire de la charca que llegaba suavemente pletórico de aromas de estiercol y pasto verde... (pretendiendo "respirar mejor" como sugerían aquellos maravillosos versos que aún resonaban en sus oídos...)
No era una belleza, claro, pero su cuerpo joven y recio prometía gozos y extasis en las largas noches invernales que se aproximaban rápidamente al final del verano...
Y aquellas manos asperas, acostumbradas a las tareas del hogar y del campo, sabrían arropar a los hijos que vendrían y acunar su cabeza delirante que siempre buscaba la etérea sombra del mágico latir de su genio, mientras que extasiada le rogaría que le declamara más y más maravillosos versos...
Viendolo bien.... estaba hecha para él...
La tomó por el talle y la atrajo hacia sus labios...
!Mi amada doña Inés!
- !Ay, Pepe! !Cómo eres! ya sabes que no me gusta que me cambies el nombre... jaja
!YO SOY TU MARIANILLA!
que en esta apartada orilla
más clara la luna brilla
y se respira mejor?"
- !Ay, Pepe! !Hijo! ¿Cómo se te ocurren estas cosas? !Hay que ver la cabeza que tienes!
Marianilla, la del colmenero, miraba embelesada a su Pepe, por cuya boca escapaban esas dulces y románticas palabras que la hacían temblar toda...
Poco importaba que no fuera aún de noche sino un atardecer lánguido y seco -culminación de un dia agostador- donde hasta las moscas paraban en su zumbar para reposar en las verdes y frescas ramitas del "Charco del Cura".
El "Charco del Cura" era una fosa natural regada por las aguas de algún manantial desconocido, llamada así por ser el lugar en donde (según decían los viejos) un párroco un tanto decrépito y dado a reverenciar con exceso las virtudes de ese vino dulce y pastoso que utilizaba en sus oficios litúrgicos, acabó sus días confundiendo el camino que acababa abruptamente en el desnivel de sus aguas con un atajo providencial que lo llevaría de vuelta a su iglesia...
Pepe (o Don Pepe, como a él le hubiera gustado ser llamado por sus vecinos) miró con dulzura los mansos y redondos ojos admirados de Marianilla, que eran fiel reflejo de esas otras lánguidas miradas provenientes de aquellas pocas vacas que, rumiando lentamente a algunos pasos de ellos, observaban, entre bocado y bocado, a la pareja...
!Pepe, "el lunático" decían!
!Pero, qué iban a saber aquel atajo de rufianes incultos y bastos!
Sólo alcanzaban en su estupidez heredada a través de centurias a escribir con enormes faltas de ortografía carteles para anunciar la venta de verduras o los descuentos "ECEPCIONALES" que se hacían a partir de las 10 de la noche en el bar de la plaza para el que quisiera tomar cerveza de centeno y vino de "VARRIL"...
Entre tanta barbarie y simpleza su alma profunda de poeta se resentía y se dolía a cada instante.
Don Cesar, el párroco del pueblo, (más joven y menos dado que su famoso predecesor a agradecer sin mesura el don de la sangre de Cristo en forma de generoso mosto) leía de vez en cuando, desganado, los versos que brotaban de su ardorosa pluma, pero...
!Cómo pedirle que entendiera el fuego ardiente de desgarrados sentimientos llenos de maestría si sólo se había formado en lecturas de aburridos y desfasados santos y en ediciones viejas de biblias caducas!
Su Musa... esa inspiración que como un soplo divino arribaba a su mente sin aviso, se hallaba ultimamente esquiva y las palabras no acudian con la celeridad ni el furor de antaño.
Observó de nuevo a Marianilla... que concentraba ahora su mirada extasiada en el raso cielo, buscando trazos de esa luna mencionada por su Pepe y aspirando tozudamente bocanadas del aire de la charca que llegaba suavemente pletórico de aromas de estiercol y pasto verde... (pretendiendo "respirar mejor" como sugerían aquellos maravillosos versos que aún resonaban en sus oídos...)
No era una belleza, claro, pero su cuerpo joven y recio prometía gozos y extasis en las largas noches invernales que se aproximaban rápidamente al final del verano...
Y aquellas manos asperas, acostumbradas a las tareas del hogar y del campo, sabrían arropar a los hijos que vendrían y acunar su cabeza delirante que siempre buscaba la etérea sombra del mágico latir de su genio, mientras que extasiada le rogaría que le declamara más y más maravillosos versos...
Viendolo bien.... estaba hecha para él...
La tomó por el talle y la atrajo hacia sus labios...
!Mi amada doña Inés!
- !Ay, Pepe! !Cómo eres! ya sabes que no me gusta que me cambies el nombre... jaja
!YO SOY TU MARIANILLA!