Desde la montaña más alta del pensamiento
Pregona la conciencia de quien yace solitario;
Los años de su abandono trocaron en calvario,
Mas no abandonó la llama del entendimiento…
En su larga espera contenía aquel secreto
Algo así, como una vela entre sus pliegues
Un amor, un ruiseñor con canto de mieles
Que en su canto enfrentaba el mayor reto…
A cada murmullo del viento en su cabello
Respondían a coro el bosque y su follaje:
“No te agites más, hombre de silente sello,
No tortures a la vida, ni hables de ultrajes,
Puesto que solo vemos los sucios ropajes,
No lo prístino de la verdad en lo mas bello…
Así el abandonado comprendió la razón
De su agitarse sobre la mas alta montaña,
No era nada fortuito, tampoco era maña,
Solo no comprendía el latir de su corazón…
Y cual Lázaro sobre su mortaja se irguió
Observando lo que tuvo y dejaba atrás
Alzándose su sombra, al viento escuchó:
“Ya no temas, silente sello, ahora amarás”…