Por Ramon Carela
Atraída por la lucidez de su semblante,
su corazón desearía que se extendiera,
mas allá del galopear de sus placeres,
aquella ráfaga de ansiedad fulgurante,
que en ese momento le quemaba su vientre.
Pero esa sensación era muy fuerte
y el balance anhelado entre amor y furor,
detrás de sus sentidos se escondía con temor,
pues su piel se rendía a cada toque ardiente,
de las olas arrechas que abatían con tremor.
El grado de calor se incrementa impaciente,
transformando su alcoba en volcán agitado,
con aroma de instinto y de ruido mugiente
y el temblor impulsivo de animal desbocado.
Al perder la razón sucumbe a la estampida,
de aquellas manos fuertes que moldeaban
su cuerpo con iras desmedidas,
que la hacían sentir como objeto de arcilla
en manos de alfarero.
Se entregaba completa y sin pudor alguno
en el mundo encantado del reinado de Eros,
olvidando el romance y el amor anhelado,
que soñaba lograr en su encuentros carneros.
Florida, Marzo 23/2015