¿Yo?
Soy solo el niño de la poesía.
No cuelgan cascabeles de mi cuello, ni tengo pedigrí.
Ella me mima, me atraganta y me mece, como el rodar del agua por mi nuez.
Me alegra la existencia,
incluso me permite augurar un futuro poema.
Puede que hable siempre de ti,
pero eso no deja de ser una táctica,
un engañabobos.
Y como me encanta engañarme,
mis mejores versos no podrían ser de otra forma.
Vivir solo para esa certidumbre.
Quedan pocas mujeres que no pasen página.
Amantes quizá, un yo multiplicado.
Ilusas tal vez, fantasiosas, quiméricas, utópicas.
Pero si pudiera decirlo de otra forma...
Les rompería el corazón,
no habría ya poesía.
¿Sobre qué verso realmente?
¿Sobre el beso que sorbe realmente?
¿Qué nos convierte en poetas?
¿Un cúmulo de despropósitos, o la ilusión de dicho cúmulo?
Si ya hasta los sábados se vuelven egoístas.
Me gustaría estar en sus carnes,
sin embargo prefiero esto de la poesía.
Lo cual ni me exime de mis obligaciones morales ni éticas, ni muchísimo menos poéticas.
Pintar bello, quizá, ese trozo de mierda destinado a sentir amor.
Ese trozo de mierda, ese cagarruto, ese boniato, al que le brillan las moscas.
Lo cual no quiere decir que no habite sus almas.
Soy esa piedra injusta que se atranca y jode el encendedor.
Pero amo igual que ustedes, este arte de vestir marionetas.
Este arte casi extinto donde los ojos pueden mentir, y las palabras.
Seamos realistas, estamos aquí por ello.
No busco polémica, tengo ganas de amor.
Pero los sentimientos también mienten.
No quiero pecar de surrealista,
soñemos.
Si alguien nos jode la vida, por lo menos que sea irreal.
Reconozco mi ironía, pero ella a mí no.
Ésa es la ventaja que tenemos sobre el amor.