Apreciada compañera,
Gala.
Nunca estamos preparados para estos momentos y cuando llegan siempre nos desbordan, porque en cuestión de segundos nos cambian por completo la vida. Ninguna madre está preparada para perder un hijo. Me lo repetía una y otra vez la mía cuando enterramos al mayor de mis hermanos. Ella tuvo la "suerte" de adelantar su partida nueve meses antes de que muriese otro de sus hijos ( su "pequeño", mi hermano menor).
Con este preámbulo, amiga
Gala, quiero significarte que he vivido en carne propia y recientemente esas sacudidas de la vida que anula, afortunadamente casi siempre de manera parcial y transitoria, hasta la capacidad de raciocinio y nos deja al borde de la locura, más allá de cualquier realidad cotidiana.
Y no hay medicina ni droga que pueda mitigar esa permanente consciencia de indefensión y extrema debilidad del ser humano. Por eso sé que mi palabra de sentimiento, de comprensión, de empatía con tu sufrimiento no tiene más valor que el simbólico como gesto de buen hacer, de buena voluntad... y en el fondo de la inmensa impotencia que nos invade cuando afrontamos estas realidades que siempre nos desbordan, a pesar del refugio que pueda representar para los creyentes, las convicciones y creencias religiosas, que sin duda también ayudan.
Hoy, compartiendo contigo,
Gala, dolor y poesía, me permito dejarte aquí un intento de poema, que escribí al día siguiente de perder a mi madre, al que me he permitido ahora cambiar dos o tres palabras, para ponerlo por primera vez en público, para dejar constancia de ese dolor que no cabe en palabras... cuando se pierde una madre, extrapolable a la pérdida que tú ahora mismo estás llorando como nadie y en cuyo dolor pretendemos hacerte compañía y consuelo.
Éste fue mi poema fallido...
No hay dolor más punzante que el de ahora,
el dolor del momento,
cuando todo ha estallado por los aires,
y se han ido proyectos,
de ilusión y esperanzas,
de caricias y besos,
de confidencias. Hijo,
todo roto y perdido sin remedio.
¡Ay de los sueños rotos !
Cómo duelen los sueños
cuando todo se rompe,
imponiendo vacíos,
haciendo omnipresentes
las forzosas ausencias!
¡Ay de los pobres vivos!
Cómo duelen los vivos
que no saben morirse cuando sienten
que todo se derrumba de repente.
¡Ay de las almas muertas!
Cómo duelen las almas
que de hoy en adelante
vivirán sin saber que ya no viven.
¡Ay de los que se fueron!
Cómo duelen los muertos que se marchan
sabiendo dónde quedan sus amigos!
¡Ay de los que quedamos
viviendo sin saber que no vivimos!
¡Ay del sabor a besos
que dejaron marcados nuestros labios!
¡Ay de las alegrías compartidas
que son sólo cenizas del pasado!
¡Ay pobre poesía..!
que no soy capaz de acabarla en verso porque los versos se quiebran, se licúan y se me caen de las manos, como todo, en este día de tristeza y dolor, donde toda la realidad se ha transformado en algo confuso e informe y los pensamientos se me desgajan en jirones, porque todavía no he tenido tiempo de pensar que el tiempo todo lo cura, porque en estos momentos aciagos estoy convencido de lo contrario, de que el tiempo es el que lo mata todo, y todavía no soy consciente de que la vida sigue, de que la vida en adelante será diferente, incluso es posible que valga la pena, pero será otra vida que yo no deseo y esta esperanza confusa todavía no es remedio suficiente para diluir el dolor tremendo que ahora mismo está negando el aire a mi garganta.
Que tu fe,
Gala, te dé fuerzas en estos días tan tremendos y que el tiempo y el calor de tu familia y amigos te sirva de consuelo.
Un gran abrazo, Gala, desde mi levante español en estos momentos en que han quedado anuladas todas las distancias.
Reyes.