Navidad De Mi Infancia
 
En la soledad de mi casa en compañía de una suave música, bellas memorias vienen a mi mente, de épocas pasadas que no volverán.
La risa de cuando éramos niños, la locura de ver a papá traer un arbusto de fragante pino, que llenaría el ambiente del hogar, con su sutil fragancia.
La alegría de mamá, al sacar los adornos hechos por sus blandas manos, que estaban dormidos en una caja y escondidos en un rincón en algún lugar,
esperando ser sacados en ésa época del año, para lucirlos en aquel frondoso arbolito.
Y las ventanas esperaban ser vestidas, con luces de maravillosos colores, que, al alumbrar a la casa, eran admiradas por las miradas curiosas, de los vecinos del barrio en su caminar.
Luego esperábamos impacientes la noche deseada y la casa con sus habitaciones llenas de oscuridad, al grito de papá y mamá, que nos decían:
¡Papá Noel ya pasó!!! dejando así, los juguetes que pedimos al escribir en un arrugado papel, la sala brillaba con las lluvias de estrellas,
que fueron encendidas por el trineo, que llevaba a Noel a seguir su caminar, (según nos relataba mamá).
Nuestros ojos aún cegados por la oscuridad, se asombraban al ver poco a poco con más claridad, tantos regalos que se acunaban al pie del aromático arbolito de Navidad, y los gritos de alegría y asombro y al mismo tiempo de pesar, al no haber podido mirar a Santa pasar por nuestro hogar, pero la emoción de lo que encontraríamos en aquellos obsequios, cubiertos de variados y brillantes papeles de colores, nos hacia olvidar de Santa y su transitar.
Y luego la unión de todos para la cena, alrededor de la mesa, llena de deliciosas exquisiteces preparadas con ahínco por mamá.
Agradecíamos al Niño Dios y pedíamos su bendición, por venir a alegrar este hogar lleno de mucho amor.
Ya esos tiempos quedaron atrás. Y hoy tan lejos de casa, de la familia, inclusive del hermano que partió a pronta edad, de mi tierra... a miles de kilómetros, solo me queda recordar... con lágrimas en los ojos, de esos bellos momentos de mi niñez que no volverán.
¡Que Dios me los bendiga! Padres, hermanos, familia mía, amigos, que, a pesar de estar ausente, lejos de todos y de mi gente, junto a mí los llevo como un brillante prendedor, clavado muy dentro de mi mente, mi alma y mi corazón.
¡Felicidades siempre!
De su hija, hermana, amiga, que los lleva siempre presente.
 
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