tan sólo un testigo tendremos los dos,
los tres guardaremos los bellos instantes,
tú y yo nos amamos... testigo era Dios.
Caricias muy dulces con ansias me dabas
y yo te besaba con mucha emoción,
recuerdo, mi reina, que tú me abrazabas
y con mi locura te amé con pasión.
Que nadie se entere de aquellos instantes,
que nadie sospeche lo que sucedió,
por siempre seremos eternos amantes,
ya sabes mi reina... tu amante soy yo.
Que nadie se entere que estando distantes
logramos un día unirnos los dos,
tu beso y el mío sellaron triunfantes
aquel sentimiento bendito ante Dios.
Que nadie se entere, mi reina querida,
que fuiste mi amante tan sólo una vez
y yo el amante a quien en tu vida
soñaste entregarte con tanta avidez.
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Mariano Bequer,
Maracaibo, 10/07/05