Mensaje
por LuisPeru » Dom May 10, 2009 14:26
Mencionaste al poco conocido Jakob Lorber, aquí un poema que ilustra muy a menudo nuestro interior
Día turbio
Quiera enturbiarse un día desde la mañana más temprana hasta la tarde más avanzada; no obstante siempre permanece una imagen maravillosa para un corazón que sólo Te ama a Ti.
Qué puede mostrarnos mejor el tiempo actual, malvado y lleno de engaño que justamente un día muy turbio, allí donde la maravillosa luz del sol es constantemente e infinitamente quebrada y en donde tiene que luchar completamente desgarrada para atravesar todas las masas y masas y capas y capas, para al final conceder algo de consuelo sobre el suelo de la tierra infiel.
¿Quién no conoce las masas sin fin y las capas de nubes para el corazón, para el espíritu, y para la vida espiritual, las cuales ahora enturbian tupidamente los cielos de la fe viva?
Por eso, tú, día turbio me eres bienvenido, bienvenido eres como un amigo hospitalario; pues me predicas sin miedo y sin consideraciones la verdad pura de los pequeños y de los grandes, resplandeciendo intensamente debajo de los ojos para que ellos quieran mirar bien el cómo están sus corazones. —
Pero ahora nadie se atreve de hablar completamente con la Verdad si queremos iluminarnos y mostrarnos mutuamente para saber en qué situación está el Amor y la Fe; porque tiene que tener consideración todo el tiempo y pensar siempre con Quién él habla.
Oh, vosotros tiempos, vosotros tiempos, ¡qué difícil es lidiar con vosotros! Los hermanos ya no se reconocen el uno con el otro, y ninguno quiere oír al otro debido a que cada uno se cree superior a su hermano, y nadie confía tampoco en el otro. Y si el más sabio quiere decir algo a los menos sabios entonces siempre tiene que tener miles de consideraciones porque si no se gana a un juez en el hermano.
Y si esto ha sucedido, ay del pobre, del hermano más sabio; pues será enjuiciado también sin reparos a ser castigado por la ley, ya sea mediante palabras, y a menudo también con hechos.
Las mentiras lisonjeadoras, para éstas siempre se reparten los premios más cuantiosos; pero para la Verdad pura nadie quiere pagar ni siquiera el más despreciable céntimo.
Por eso, oh día turbio, eres para mí tan valioso porque me anuncias la verdad pura y sin consideraciones y me muestras en un claro espejo a aquél que está formado de las masas y masas de las nubes más densas, ante el ojo sabio de por lo menos cómo está constituido ahora todo este mundo lleno de engaños.
¡Oh Tú, Mi Amor! ¡¿Cómo debo agradecerte por esta Gracia tan elevada en la que me has hecho reconocer a tal anunciador fidedigno en este día que me parecía hostil?! —
Ahora ya no llamaré más a ningún de estos días turbios como hostil; porque ellos son mensajeros Tuyos, y anuncian con voz claramente perceptible a la tierra llena de pecado aquello que lleva para las generaciones, de cómo aquí muchos se asemejan a los días turbios, y cómo algunos buscan al sol de la vida y que sin embargo nunca están en la capacidad de encontrar al mismo debido a la oscuridad del punto de vista.
A pesar que vemos a través de una luz interior la situación de la humanidad de la tierra no obstante nos es siempre bienvenido un mensajero así; porque en un segundo nos dice mucho más que lo que nosotros pudiéramos mostrar difícilmente y con mucho esfuerzo en las horas morosas.
Por eso acepta también, oh Amor santísimo, el agradecimiento. Porque Tú eres siempre el Amor puro, y Todo lo que nos das es bueno; por eso también lo es un día un día tenebroso y oscurecido. Oh, deja que vengan más a menudo a la tierra esos días: porque ellos son guardianes muy fidedignos y son maestros de los hombres que no encuentran nada más bello que el mundo. — A Ti te agradezco, oh Amor santísimo, y también por el día turbio. Amén, amén.
Recibido por Jakob Lorber (1800 - 1864)