La gente llena sus corazones de falsos motivos,
y anulan o reprimen sus reales sentimientos
mientras la celebración dure.
Es la costumbre, lo que justifica su vacío.
Hay que cumplirla, hay que CONTINUARLA.
Rodearse de cosas que, por más empeño, lastiman;
festejar aquello que no se sabe qué és.
Pretender reanudar en unas horas, un año desechado,
un año desangrado... Un año lastimado.
Me perdonaran quien aguardan mi presencia,
y se conformarán con mi ausencia,
pero le soy fiel a la verdad que mi alma grita.
La verdad no es lo que se empeñan en hacerte creer,
es aquello sincero que resuena con estruendo
en la oscuridad de la conciencia sosegada.
No continúa el alma herida con la tradición perdida;
no justifica la torturada culpa, la continuidad;
no añora el fin común acabar mintiéndose a sí mismo;
no se sobrepone el deber al querer...
La Navidad se esfúma, el Año se desvanece tras los párpados,
y solo queda el resto, que, autómata, resuena
en el dolor de la resaca posterior...
Nada de esto es necesario, nada es relevante.
Solo la excusa para ser mentiras vivientes perdura,
y a cada se aplica, y siempre mortifica...
