Ho! mi señor, ella me ha hipnotizado
con sus ojos marrones, mi corazón se está llevando.
No hay nada que no ame de ella
su piel parece seda, su cara es tan bella
que la misma luna siente celos de ella.
Si ella lo admite o no, se ha roba mi corazón
con su sonrisa tan deslumbrante
y su inocencia tan tierna.
Te doy gracias señor, por poner en mi camino
una joya que no se consigue en la vida de los mortales.
Debo dar gracias, porque ella me da alegrías
y me llena los ojos de lágrimas
es lo que cualquier hombre desearía para caminar en esta vida
y en la muerte misma.
No sé como agradecer tanta felicidad
creo que gracias a ella mi señor, puedo decir
que no deseo nada más.
Hoy es la boda, espero su llegada.
Los nervios vienen y van pero no se irán,
no hasta que ella cruce esa puerta
donde comenzara mi felicidad.
La melodía ha comenzado, la gente se levanta,
un ángel se asoma por la puerta
con su padre a un costado.
Mis ojos comienzan a lagrimear porque
ha llegado mi felicidad.
Te doy gracias mi señor, atreves de mis risas
atreves de mis lágrimas. Este ángel que me has mandado
con su vestido blanco ya ha aceptado estar siempre a mi lado
para el bien y el mal.
Hoy viene a mi memoria, aquel momento donde la vi
por primera vez, con su vestimenta tan particular
y descalza. Ella con el tintinear de sus pulseras de fantasía
se llevo mi corazón y ahora espero, que nunca me lo regrese
porque soy feliz sin él.
Ho! dios mío, me has hecho tan dichoso
que pareciese que estoy caminando
enzima de seda, además de una dura tierra.
A ti también te doy las gracias mi vida
que seria de la mía si no tuviera tu sonrisa.
Que sería de mi vida, sin tus risas y tus lágrimas
sin tu amor incondicional. Nada debo contestar
porque en un rio de lava debería caminar.
Pero nada de eso sucederá
porque tú me has dado las armas necesarias
para arreglar mi camino y hacer de esa lava
un suelo lleno de pétalos de rosa
que nos rosaran por la etnernidad.