del entierro del sol por occidente,
cuando deja sangrientos los paisajes.
rindiéndole a las sombras su pujanza.
Pero pocos se invitan al bautizo,
privilegio que alcanza el sacrificio.
Despiertan cuando el gallo quiebra albores,
gozando así del canto del jilguero
y del frescor que les dejó la noche;
adivinan el torpe advenimiento
de esa cinta de luz que el horizonte,
dibujando montañas, va ascendiendo.
Se escuchan los ladridos de algún perro
hablando con las últimas estrellas;
la luna se ha escondido hace ya tiempo
por no robar la gloria a la más bella,
cuya luz encandila campo y cielo
haciendo que las sombras retrocedan.
Se aprecia de la vida el restallido,
se escuchan de los pájaros cantares,
el humo que corona los hogares
anuncia que despierta lo dormido.
Pero ya se ha perdido,
el bautizo del sol, la pura brisa,
que ilumina en el alma una sonrisa...