“Del salón en el ángulo oscuro...”
Gustavo Adolfo Bécquer.
En un rincón oscuro del desván,
recubierta de polvo y telarañas,
las cuerdas destensadas, en silencio,
una vieja guitarra
espera que su dueña la rescate
de los años de olvido y destemplanza.
Preñado tiene el vientre de canciones,
aquellas que de niña le arrancaba
con notas melancólicas o alegres,
que en tardes ya olvidadas,
me llenaban de orgullo un corazón
que latía al compás de la guitarra.
Y me hacían gozar de sensaciones
que quedaron impresas en el alma:
Era mi propia sangre
la que de la madera se arrancaba,
llenando con su música el salón,
haciendo refulgir toda la casa.
Mas ahora los trastes polvorientos,
el silenciado fondo de la caja,
las destempladas cuerdas disonantes,
solo penas relatan.
Hondos gemidos que resuenan torvos
en el silencio cruel de cruel desgana.
¡Qué triste es el destino de las cosas
que arrumbamos en un rincón del alma...!
Gustavo Adolfo Bécquer.
En un rincón oscuro del desván,
recubierta de polvo y telarañas,
las cuerdas destensadas, en silencio,
una vieja guitarra
espera que su dueña la rescate
de los años de olvido y destemplanza.
Preñado tiene el vientre de canciones,
aquellas que de niña le arrancaba
con notas melancólicas o alegres,
que en tardes ya olvidadas,
me llenaban de orgullo un corazón
que latía al compás de la guitarra.
Y me hacían gozar de sensaciones
que quedaron impresas en el alma:
Era mi propia sangre
la que de la madera se arrancaba,
llenando con su música el salón,
haciendo refulgir toda la casa.
Mas ahora los trastes polvorientos,
el silenciado fondo de la caja,
las destempladas cuerdas disonantes,
solo penas relatan.
Hondos gemidos que resuenan torvos
en el silencio cruel de cruel desgana.
¡Qué triste es el destino de las cosas
que arrumbamos en un rincón del alma...!