Más presente que nunca se desliza suavemente,
acaricia con el mar de su playa el Sol poniente,
y con alas de blanca espuma, rítmicas y suaves,
baten sutilmente, adentro, en su caverna,
cuando el carbón de la noche besa mi boca.
Sus poemas me regalan rosados lirios,
y sus aromas llegan a mis rincones dorados,
con promesas en versos de bizantino encanto.
Junto a él me quedo en la noche de encaje,
y en la distancia dibujo mariposas de fiesta,
volando al viento y formando pirámide de promesa,
las estrellas en pendiente deslizan hilos de seda,
por dónde se baja el duende que nos encuentra,
y sin lamentos lleva el lucero a sus ojos negros,
reclutando átomos enmascarados en un mundo,
con sueños hambrientos y dormires extraviados.
Intento compartir la partitura de una sinfonía,
con letras libres y locas… y en un parpadeo,
abro el grifo del corazón y le hago beber gota a gota
la sangre que necesita en la escenografía desnuda,
de un amor con escenario de almas abrazadas,
en la fortaleza de la distancia garabateada en el techo,
desintegrando almanaques, arrastrando pasos,
aprendiendo a volar, fundando un tren peregrino,
que me lleve con sosiego a la ribera de mi amado.
Amanece ya… y la luna cómplice sonríe conmigo,
y muero mil veces… antes de multiplicarse…
mil veces mis latidos.
BRISEIS (ANNIE)