o darle un edén al fracaso,
tal vez un santo al hartazgo,
o una dinastía a la alegría.
Deambulo como una sombra,
o me pierdo entre las luces de la ciudad,
uso la tiara de brillantes de reina,
o el rosario de una piadosa monja.
Un día que no figura en los calendarios,
invento un amor en la aurora,
y en unos versos libres y alocados,
grito su nombre entre cisnes blancos.
Empedernida soñadora de duendes,
y molinos de viento sonrientes,
las manos decisivas que nunca olvidan,
oprimir la quietud bajo la luna.
Puedo danzar árabe con siete velos,
o tocar las castañuelas en una jota aragonesa,
beber un té sabroso de origen inglés, caro,
o con jugo de toronja un tequila importado.
Armo un ramo de justas palabras,
y las lanzo al aire como madreselvas,
reivindico la plenitud de la esperanza,
en la mirilla de la nostálgica distancia.
Salto al solfeo de un tango arrabalero,
soy nostalgia que renueva una foto ajada,
y como nave errante y pájaro en vuelo,
tiro el ancla al agua y con gesto osado creo un abrazo.
Puedo columpiarme sobre un globo celeste,
o con la lluvia subir hacia una nube blanca,
la bandera de mi patria proyectarla en la tarde,
y descolgarme del puente que entre estrellas se pierde.
Desde mi balcón con helechos, lilas y rosas,
cierro los ojos y en insólita estatura,
me digo: -¡Annie, mujer loca y corajuda!
Juega, ríe, llora, canta, baila, bate palmas…
con sus metáforas doradas.
BRISEIS (ANNIE)