LA PALABRA
In principio erat verbum...
Primero la palabra, abriendo paso
como un puente tendido ante el abismo
de las almas futuras.
La palabra precisa
universal y eterna
anterior a la vida.
El principio de todos los principios,
por encima de todos los momentos,
delante de la luz y las tinieblas,
antes de que nacieran los destellos de estrellas,
mucho antes de que el cosmos
brotase de su nada,
antes de todo, antes...
antes... fue la palabra.
Et verbum erat apud deum...
A punto de empezar la creación primera,
la cósmica entelequia mil veces aplazada
que intenta rescatar del caos de los átomos
luces y sombras, astros, aguas y tierras,
mientras anda vagando
flotando entre las nieblas de la nada
el espíritu ingrávido de un dios desconcertado
que intenta sofocar a duras penas
esta rebelión ciega de la nada,
esta eyaculación de voces en el cosmos,
monstruoso big bang de fuego y agua
que amenaza con extender el caos
en una incontrolable explosión de los genes
respondiendo al unísono
a la convocatoria febril de la palabra.
Sonó la voz primera,
la primera palabra, primigenia, infinita,
la palabra que brota de sí misma,
sin boca, sin garganta,
sin ecos, sin audiencia, sin interlocutores.
Et deus erat verbum...
La palabra... ¡Hágase! …
sonó como un gran trueno,
y a su conjuro fueron
surgiendo nuevas yemas
de los troncos mugrientos de la nada.
Se mostró la palabra como un dios,
se puso desde siempre de su lado,
creando, dando formas,
multiplicada en voces infinitas,
en la esperanza cierta
de hacerse luz y sombra,
de llegar a ser... ¡Hágase la vida!
La palabra, ese dios que nos recorre
hurgando en los rincones de las almas.
Es el verbo que un día se hizo carne
y habitó entre nosotros... ¡la palabra!
Reyes
NOTA del AUTOR
Divagando en torno al inicio del Evangelio de San Juan (1,1).
Para facilitar, a quien pueda interesar, las citas en latín del poema, me permito transcribir aquí el texto literal en griego original del Evangelio, su traslación al latín y, por supuesto al español.
Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος, καὶ ὁ λόγος ἦν πρὸς τὸν θεόν, καὶ θεὸς ἦν ὁ λόγος.
En el principio era la palabra,
y la palabra estaba con dios
y dios era la palabra.
Por último, destacar que la palabra entelequia, en este caso debe ser entendida en su acepción aristotélica pura como el acto primero de afirmación del ser, o como lo define la RAE, con algo más de ambigüedad, como el fin u objetivo de una actividad que la completa y la perfecciona.