PARTE CUARTA
De aquel colegio de Curas Colegio de Hermanos
de La Salle
Sabía bastante bien leer y escribir
y por lo visto hasta por dos dividía,
mis maestros eso solían de mí decir:
parece listo el hijo de la señora María.
Aquello si que me gustaría revivir.
¿Sería verdad, o una simple algarabía?
¡Colegio de Santa Susana!
No fui a sus normas fiel.
¡Cómo “zurraban la badana”,
sobre todo el padre Fidel!
¡Joder con aquellos de la sotana!
Salías de allí con escozor de piel.
Del colegio Juan de Villanueva. Llamados
también Grupos Escolares
Los mejores recuerdos de mi niñez:
calle de Lista con Francisco Silvela,
allí encontré momentos de placidez
y dibujé mis más diáfanas acuarelas
que sigo evocando hoy en mi madurez;
pues no me dejaron ninguna secuela.
Don Vicente, don Valentín y don Baltasar,
ni las tres gracias, ni los tres mosqueteros,
pero fueron los que me hicieron pensar
con sus consejos sabios y sinceros,
que en la vida todo se debe basar
en el estudio, trabajo, disciplina y esmero.
Recuerdos que me hacen concebir
hondas y agradables sacudidas.
Me deleito el poderlos revivir,
y mi alma queda abstraída
en aquel tiempo que me hizo feliz.
¡Lástima no vuelva la recidiva!
¿Por qué no aproveché las dotes
que todos me aseguraban?
¿O es que era más bien un zote
y aquellos se equivocaban?
No lo sé, pero no surgió ni un brote
de la cosecha que me sembraran.
De aquella casa donde vivía
Pocos recuerdos quedan de aquella morada:
pasillo muy luengo * que del fogón llegaba
hasta un comedor que a la calle daba;
una habitación delgada; dos patios de luz,
una puerta con cerrojo, pero sin aldaba,
y otra habitación en forma de ataúd.
*Luengo: largo
Una cocina con fogón y carbonera,
un gancho de la lumbre, una mesa,
una pila que servía de fregadera,
gachas de almortas muy espesas,
potes, ollas, cacerolas, una regadera,
y un mantel amarillo de sobremesa.
Un servicio largo y estrecho,
lavabo, taza y una bañera
por donde se iban los desechos
vertidos de una singular manera
cuando nadie estaba al acecho;
sobre todo en aquellas primaveras.
Allí derramé mis ansias y deseos
hasta más allá de la pubertad,
pocos recuerdos ya poseo,
me faltaba lo principal: la libertad.
Algún que otro escarceo,
pero faltando siempre a la verdad.
De aquella finca tan peculiar
En aquel enjambre o especie de panal
multitud de personas allí se alojaban
en contubernio el bien con el mal.
Pías y meretrices también moraban,
toreros, artistas, y algún amoral,
por sus galerías y pasillos transitaban.
El señor José y la señora Adela
que vivía en el sótano letra E.
Tenía más genio que mi abuela;
en su casa, no me dejaba ni mover;
pero buena gente, seria y sincera,
aunque me hicieran padecer.
Aquellas protegidas por chulos.
Me miraban con deseo escondido
en peinador y puestos los rulos
cuando iba a cobrar los recibos.
Y uno, cándido ingenio y puro,
quedó sin catar “aquellos higos”.
La guapa del sexto letra D.
Mari Luz era su nombre.
¡Bien que pude, pero no llegué!
Tal vez me faltó ser hombre,
o quizás es que no pudo ser.
Espero que nadie se asombre.
Mi imaginación escudriño
y no ceso de rememorar.
¡Cuántas vivencias de niño
que quedaron sin terminar!
¡Pena que este barbilampiño,
no supo en que clave tocar!
Recordar a Carmencita,
(aquella de la taquigrafía)
me sulfura y mi irrita,
sin reparos “me lo pedía”
debajo de aquella mesita.
¡Pero es que yo no sabía... !
Fernando, Carnen y sus dos nenas.
Marga y Luisa primorosas,
a las dos “las llevé a mi trena”,
en mis horas tristes y tenebrosas.
¡Eran como dos magdalenas!
aunque no puedo decir que sabrosas.
Pasillos largos y estrechos
sombríos que daban pavor;
recorrer aquellos trechos
del miedo sentía el sabor.
Altísimos eran sus techos,
y veía fantasmas a babor.
¡Horas de infancia perdidas!
sueños para no ver la realidad
de una situación aborrecida.
Días de fracasada oscuridad
de una escena encarnecida.
¡Así se me marchó esa edad!
Del resto, pongo un burato, *
no merece la pena evocarles,
el recuerdo no es muy grato.
Clamo a las que no supe darles
los manantiales de mi meato
que el candor supo birlarles.
*Burato: especie de velo transparente.
Y así transcurrió esta etapa
con más pena que gloria
que hoy mi mente destapa;
y aunque afecte a mi memoria
no deseo en esta post data,
ser tortuoso con esta historia.
Allí quedó mi tierna puericia *
y mi delectación en ese pozo.
¡Qué poquita fue mi pericia... !
Y mira que era un buen mozo.
Pero en ese “Eden de las Delicias”
no alcancé a lograr ningún gozo.
*Puericia: infancia, niñez, inocencia...
¡Qué ingenua es la candidez!
aunque también es bendita.
Porque hoy, en la astuta vejez
recordar aquellas “palomitas”
me parece indecente y soez.
¿Verdad, divina Afrodita?
Sólo hoy me causa estupor
mi ingenuidad manifiesta,
pues el placer sin el amor
puede ser una gran fiesta
que no necesita del loor.
¡Basta con tenerla tiesa!
Continuará
De aquel colegio de Curas Colegio de Hermanos
de La Salle
Sabía bastante bien leer y escribir
y por lo visto hasta por dos dividía,
mis maestros eso solían de mí decir:
parece listo el hijo de la señora María.
Aquello si que me gustaría revivir.
¿Sería verdad, o una simple algarabía?
¡Colegio de Santa Susana!
No fui a sus normas fiel.
¡Cómo “zurraban la badana”,
sobre todo el padre Fidel!
¡Joder con aquellos de la sotana!
Salías de allí con escozor de piel.
Del colegio Juan de Villanueva. Llamados
también Grupos Escolares
Los mejores recuerdos de mi niñez:
calle de Lista con Francisco Silvela,
allí encontré momentos de placidez
y dibujé mis más diáfanas acuarelas
que sigo evocando hoy en mi madurez;
pues no me dejaron ninguna secuela.
Don Vicente, don Valentín y don Baltasar,
ni las tres gracias, ni los tres mosqueteros,
pero fueron los que me hicieron pensar
con sus consejos sabios y sinceros,
que en la vida todo se debe basar
en el estudio, trabajo, disciplina y esmero.
Recuerdos que me hacen concebir
hondas y agradables sacudidas.
Me deleito el poderlos revivir,
y mi alma queda abstraída
en aquel tiempo que me hizo feliz.
¡Lástima no vuelva la recidiva!
¿Por qué no aproveché las dotes
que todos me aseguraban?
¿O es que era más bien un zote
y aquellos se equivocaban?
No lo sé, pero no surgió ni un brote
de la cosecha que me sembraran.
De aquella casa donde vivía
Pocos recuerdos quedan de aquella morada:
pasillo muy luengo * que del fogón llegaba
hasta un comedor que a la calle daba;
una habitación delgada; dos patios de luz,
una puerta con cerrojo, pero sin aldaba,
y otra habitación en forma de ataúd.
*Luengo: largo
Una cocina con fogón y carbonera,
un gancho de la lumbre, una mesa,
una pila que servía de fregadera,
gachas de almortas muy espesas,
potes, ollas, cacerolas, una regadera,
y un mantel amarillo de sobremesa.
Un servicio largo y estrecho,
lavabo, taza y una bañera
por donde se iban los desechos
vertidos de una singular manera
cuando nadie estaba al acecho;
sobre todo en aquellas primaveras.
Allí derramé mis ansias y deseos
hasta más allá de la pubertad,
pocos recuerdos ya poseo,
me faltaba lo principal: la libertad.
Algún que otro escarceo,
pero faltando siempre a la verdad.
De aquella finca tan peculiar
En aquel enjambre o especie de panal
multitud de personas allí se alojaban
en contubernio el bien con el mal.
Pías y meretrices también moraban,
toreros, artistas, y algún amoral,
por sus galerías y pasillos transitaban.
El señor José y la señora Adela
que vivía en el sótano letra E.
Tenía más genio que mi abuela;
en su casa, no me dejaba ni mover;
pero buena gente, seria y sincera,
aunque me hicieran padecer.
Aquellas protegidas por chulos.
Me miraban con deseo escondido
en peinador y puestos los rulos
cuando iba a cobrar los recibos.
Y uno, cándido ingenio y puro,
quedó sin catar “aquellos higos”.
La guapa del sexto letra D.
Mari Luz era su nombre.
¡Bien que pude, pero no llegué!
Tal vez me faltó ser hombre,
o quizás es que no pudo ser.
Espero que nadie se asombre.
Mi imaginación escudriño
y no ceso de rememorar.
¡Cuántas vivencias de niño
que quedaron sin terminar!
¡Pena que este barbilampiño,
no supo en que clave tocar!
Recordar a Carmencita,
(aquella de la taquigrafía)
me sulfura y mi irrita,
sin reparos “me lo pedía”
debajo de aquella mesita.
¡Pero es que yo no sabía... !
Fernando, Carnen y sus dos nenas.
Marga y Luisa primorosas,
a las dos “las llevé a mi trena”,
en mis horas tristes y tenebrosas.
¡Eran como dos magdalenas!
aunque no puedo decir que sabrosas.
Pasillos largos y estrechos
sombríos que daban pavor;
recorrer aquellos trechos
del miedo sentía el sabor.
Altísimos eran sus techos,
y veía fantasmas a babor.
¡Horas de infancia perdidas!
sueños para no ver la realidad
de una situación aborrecida.
Días de fracasada oscuridad
de una escena encarnecida.
¡Así se me marchó esa edad!
Del resto, pongo un burato, *
no merece la pena evocarles,
el recuerdo no es muy grato.
Clamo a las que no supe darles
los manantiales de mi meato
que el candor supo birlarles.
*Burato: especie de velo transparente.
Y así transcurrió esta etapa
con más pena que gloria
que hoy mi mente destapa;
y aunque afecte a mi memoria
no deseo en esta post data,
ser tortuoso con esta historia.
Allí quedó mi tierna puericia *
y mi delectación en ese pozo.
¡Qué poquita fue mi pericia... !
Y mira que era un buen mozo.
Pero en ese “Eden de las Delicias”
no alcancé a lograr ningún gozo.
*Puericia: infancia, niñez, inocencia...
¡Qué ingenua es la candidez!
aunque también es bendita.
Porque hoy, en la astuta vejez
recordar aquellas “palomitas”
me parece indecente y soez.
¿Verdad, divina Afrodita?
Sólo hoy me causa estupor
mi ingenuidad manifiesta,
pues el placer sin el amor
puede ser una gran fiesta
que no necesita del loor.
¡Basta con tenerla tiesa!
Continuará