La tarde cae de rodillas
con su beso borracho de miel;
y esta voz bastarda que no camina
se ha quedado muda observando al embrión de su pasado futurista.
Te han cortado los brazos que ya no tiñes el horizonte?
o sólo fue el humo en el aceite quemado
del capullo que dejaste atrás?
Se vierten los ojos del anochecer
con puñetazos ciegos e increíbles bocanadas de nada…
Ya se acerca ella con sus vestidos negros,
abriendo las alas,
los dedos atrofiados en la balanza;
perdiendo el respeto y el temor al dolor,
a los miles de pasos sobre las ultrajadas ropas que la adornan.
Nadie te admira tanto como esta luz
que se va perdiendo contigo entre los pliegues y la tibieza de mi voz.
De rodillas te veo tarde mía, de rodillas;
sin pedir perdón o permiso.
De rodillas tarde mía,
de rodillas caemos los dos.

Fotografía por Nomen Nescio*