
Guardaré silencio dije
y busqué mi vieja alhajera,
doblé el silencio por su médula,
más no logré disminuir su esencia,
entonces quedó pequeña,
mi pobre y vieja alhajera.
Descarté la idea y al amanecer
escudriñé por la habitación,
encontré el baúl de mis quimeras,
arqueé de soslayo al silencio
y le introduje de lado
con su sombra de lágrimas.
Llegaron a mi chorreantes
dichas lágrimas del silencio,
ese húmedo silencio que escapó
por las ranuras de mi baúl,
danzando en las vetas del alma
amañando finamente mi razón.
Dónde guardo el silencio?
musité entre aliento y desespero.
Llegó entonces el céfiro envolvente
y el olvido me gritó:
No puedes enmudecer los hechos
ni silenciar el agravio del recuerdo.