Hoy descubro tu piel
tan esmerilada y
fuertemente atornillada
a mi.
Sorpresa en el prado
en el que agreste, tu flor
emancipóse del fulgor
y adivinó el color
latiendo en mi colina.
Sucesos en mis ojos,
amor en vastedad;
hay un remolino de hojas
junto a un otoño que
urge columpiarse en tu pradera,
enamorarse de ti.
Colosal brisa desparrama
aquel vetusto o añejo elenco
de enquistes o rabiosas rocas
que abroquelan el destino;
sueños en vitral y
laminas amarillas
azusan el asombro
y veo el ombligo de tu cuerpo
y la fiebre en tu pezón.
Fuerte corazón trepida,
el cuerpo no es más cuerpo
la lámina fulgura en el mar,
adonde el ego se transforma
y no tiene patria.
Aquí, respiro el ozono
y siento el llanto coloquial,
en el atardecer de mis días,
el bello canto lagrimal
de dos hermosas niñas.
¡Todos los dioses deliran, excepto yo!
Te amo, María
tan esmerilada y
fuertemente atornillada
a mi.
Sorpresa en el prado
en el que agreste, tu flor
emancipóse del fulgor
y adivinó el color
latiendo en mi colina.
Sucesos en mis ojos,
amor en vastedad;
hay un remolino de hojas
junto a un otoño que
urge columpiarse en tu pradera,
enamorarse de ti.
Colosal brisa desparrama
aquel vetusto o añejo elenco
de enquistes o rabiosas rocas
que abroquelan el destino;
sueños en vitral y
laminas amarillas
azusan el asombro
y veo el ombligo de tu cuerpo
y la fiebre en tu pezón.
Fuerte corazón trepida,
el cuerpo no es más cuerpo
la lámina fulgura en el mar,
adonde el ego se transforma
y no tiene patria.
Aquí, respiro el ozono
y siento el llanto coloquial,
en el atardecer de mis días,
el bello canto lagrimal
de dos hermosas niñas.
¡Todos los dioses deliran, excepto yo!
Te amo, María