
Un trozo de cielo desde tu ventana.
Una bella tarde de grises y azules.
El pardo rojizo de los abedules.
El triste tañido de la gran campana.
La torre más alta, silueta alargada,
donde golondrinas de figura esbelta
gorjean y vuelan de forma resuelta,
da sombra a la calle de cuesta empinada.
Alegrías, penas y viejos recelos,
pasado glorioso de grácil lozana,
de antiguos amores y nuevos consuelos.
Por el ventanuco, desde la mañana,
ves pasar el tiempo, recuerdos y anhelos
que evocan un sueño que se deshilvana.
(Pmartimor)
Casi siempre suelo escribir sobre algo que conozco o que he vivido. No sé si es pertinente hacer una pequeña introducción al mostrar un poema o bien, dejar que el lector lo interprete como desee.
En este caso el poema habla sobre una persona que conocí hace tiempo y que era muy cercana a la familia.
La tía abuela María vivía en un caserón al que se entraba por una callejuela que daba a la plaza de la iglesia del pueblo.
A veces, nos contaba historias sobre la gente del lugar y sobre sus pretendientes. Nos enseñaba viejas fotografías de color sepia y nos mostraba orgullosa la belleza de su juventud.
La recuerdo sentada, bordando o haciendo ganchillo bajo un alto ventanuco que daba al lado este de la casa, desde el que se veía parte de la torre de la iglesia medio tapada por unos abedules que rodeaban la plaza y que en otoño mostraban una hermosa estampa.