El Otoño no es sólo un mar...
Publicado: Mar Nov 11, 2008 20:15
El Otoño no es sólo un mar
de doradas olas secas,
de adoradas hojas muertas...
Amor, éste viento frío hiere a las almas vagabundas
que entumecidas y ciegas pretenden ver el alba.
La Luna nos mira desde su inmenso azul nocturno,
con la luminosa mirada de una sirena solitaria.
Peñascos de ilusión, olas de sombras y, ella ahoga su canto
en las profundidades de un océano infinito de negro llanto.
Su luz se oculta y cae en gotas, enlutadas nubes de agua transparente
que a fuerza de besos detienen ciudades, andares y perros,
todos ellos buscando abrigo mientras los locos su voz persiguen.
Los coches ruedan su asfixiante y atroz canción,
el gran gusano de preñados vientres anaranjados
se detiene entre el cielo y la tierra con sus ojos empañados.
Miro una llama y fumo, y de humo se visten mis frágiles ilusiones,
las nostalgias secretas las pongo a un lado de mis pies
junto al corazón que ya está harto de latir recuerdos,
indigente bañado con sangre, vino, rocío o lágrimas;
lo miro mirarme, me habla sin hablarme, lo escucho sin oírlo,
poesía de un traicionero sueño que besó las ortigas de la realidad.
Beso mi cigarro y lo consumo, su aliento me consume
y juntos nos elevamos a cada bocanada buscando una estrella
que sepa de nuestras ansias y de las interminables noches pensativas
que a mi cuerpo palidecen con cada una de sus horas,
a cada uno de sus segundos y con cada uno de mis suspiros.
¡Oh! sorpresa, en el apacible cielo veo brillar tus ojos.
¿Serás tú o es otro espejismo en estas arenas de soledad?
Son tus ojos las estrellas más brillantes,
tu trémula mirada es la galaxia más distante.
En mi pecho el amor renace cual tibia brasa,
afuera, la noche triste se congela en la mísera calma.
La lluvia golpea con sus blandas manos de agua
los negros cristales de los atrios de mi alma.
Despiertan al perro corazón que grita su triste aullido.
En el pensamiento, en esa bóveda de huesos:
los efluvios delirantes, las pasiones de mi vida,
unas manos que tocan el alma, un aliento que roza la muerte,
un olor a amor, mil emociones, ardientes caricias…
voces que no se oyen pero retumban y lastiman.
Entre el pensamiento, alejados de todo, Ella y Yo:
los dos juntos, los dos hechos dioses, los dos vueltos fuego,
los dos solos… Luna y Sol, plata y oro enamorados.
Ella y Yo dejándolo todo por besarnos en el cielo,
para gastarnos los labios mientras vamos alejándonos de todos,
mientras, decididos, vamos despojándonos de todo,
como dos estrellas que abrazadas se fugan buscando la intimidad.
En la intimidad el sonido glorioso de tu voz, melódica cadena,
eslabones de ensueño aquellos versos en tus labios:
Tu sonrisa mato mis penas y la condene a vivir entre mis venas.
En mi corazón se hallan las huellas de tus pasos,
y en mi piel aún crece la tibia hiedra de tus manos.
Las almohadas, dulces dunas de los sueños
en el desierto de las pieles ya desechas
donde agua de oasis son los cálidos besos
que derraman las bocas húmedas y tiernas.
El otoño desolador llega con su cíclico rito deshojador,
desnudando árboles, descubriendo las plazas
y, le pido que me arranque las secas hojas del corazón,
y me contesta:¿Donde lo dejaste? He recorrido el mundo,
mil cuerpos ¡y no encuentro tu roja entraña!
Entonces pienso: como estaría ella a mi lado
reverdeciéndome con la fresca agua de sus ojos.
Como estaría ella, la que hace falta en mi vida,
aquella que mi cerebro se imagina y no dibuja,
la que si estoy fuera de mí se acerca y me guía,
ella... que tiene algo de noche y de luz de día.
Ella, mi estrella nerviosa y sensitiva, trémula y distante.
¡Si eres una estrella! Muéstrame tu cuerpo de fuego,
tus gestos de diosa, tu luz temblorosa, tus senos de aurora.
Por verte hecha carne, por tenerte a ti mi luz errante,
por sentir en mi cuerpo tu luz enamorando mi sombra:
¡Te daría mi vida y todas mis muertes!
El cigarro se ha terminado, aterrizo, regreso y miro
un negro viento abrazando a la noche
con lo gélidos brazos del amor que ya no está…
Contemplando las llamas que suspiran,
caprichosas e intranquilas,
bailando alegres al son del lúgubre viento,
frío susurro sin tiempo y sin dueño,
extraña brisa que siempre llega a recordarme mi destino,
veo reventar en versos el cadáver de un perro.
Resignado me siento al borde de la jardinera
saco una pluma y, para escribir, un trozo de alma.
Luego pienso en el Sol y sus alegres brillos,
en su rostro labrado en el cielo, en su cuerpo hirviente,
cuyos bordes brillan con iris tembloroso y cambiante,
como aquel primer beso que en la soledad nos dimos.
Trato de escribir y no se me ocurre nada, y nada quiero recordar,
sólo quiero olvidar, olvidar, olvidar…y no lo consigo.
Mientras tanto… le doy otro trago al vino negro de la noche,
a ese licor que se bebe por los ojos encendiéndonos la sangre
para después colocar en el corazón nostalgia
como sucede al ver los paisajes que nos desnuda el alba.
El otoño es un dorado licor en las venas de la vida.
Sus brisas golpean árboles y almas, embriagando hojas
y corazones que mareados y sin más remedio caen al suelo.
Su aliento, derrumbando lunas, se eleva por el cielo.
El Sol amante las aguarda en su lecho de diamantes
sobre un sublime ondulante prado de nubes negras;
con su boca encendida comienza por besar sus piernas
su sangre de fuego corre, las lunas enrojecen,
la noche se incendia y los corazones ardientes palpitan.
Emocionado recuerdo nuestros encuentros:
poemas y caricias, almas desnudas que se juntan;
recuerdo tu cuerpo como un horizonte
y veo mi beso, cayendo lentamente, sigiloso ocultándose,
como un tibio sol ahogándose en tu espalda.
Carcomido por el dolor de haber sido y el dolor de ya no ser
me entrego al destino, dejo la poesía para seguir el camino de los otros.
En un vagón la música de mis recuerdos:
latidos, llantos, silencios, los poemas de éste foro y el sonido de los besos.
En la dura y profunda oscuridad el corazón se me quiebra en versos.
Dentro de mí el amor en llamas… afuera, en la superficie, en el concreto
el viento triste que sin fuerza soplan las grises almas.
Ivan Ortega
de doradas olas secas,
de adoradas hojas muertas...
Amor, éste viento frío hiere a las almas vagabundas
que entumecidas y ciegas pretenden ver el alba.
La Luna nos mira desde su inmenso azul nocturno,
con la luminosa mirada de una sirena solitaria.
Peñascos de ilusión, olas de sombras y, ella ahoga su canto
en las profundidades de un océano infinito de negro llanto.
Su luz se oculta y cae en gotas, enlutadas nubes de agua transparente
que a fuerza de besos detienen ciudades, andares y perros,
todos ellos buscando abrigo mientras los locos su voz persiguen.
Los coches ruedan su asfixiante y atroz canción,
el gran gusano de preñados vientres anaranjados
se detiene entre el cielo y la tierra con sus ojos empañados.
Miro una llama y fumo, y de humo se visten mis frágiles ilusiones,
las nostalgias secretas las pongo a un lado de mis pies
junto al corazón que ya está harto de latir recuerdos,
indigente bañado con sangre, vino, rocío o lágrimas;
lo miro mirarme, me habla sin hablarme, lo escucho sin oírlo,
poesía de un traicionero sueño que besó las ortigas de la realidad.
Beso mi cigarro y lo consumo, su aliento me consume
y juntos nos elevamos a cada bocanada buscando una estrella
que sepa de nuestras ansias y de las interminables noches pensativas
que a mi cuerpo palidecen con cada una de sus horas,
a cada uno de sus segundos y con cada uno de mis suspiros.
¡Oh! sorpresa, en el apacible cielo veo brillar tus ojos.
¿Serás tú o es otro espejismo en estas arenas de soledad?
Son tus ojos las estrellas más brillantes,
tu trémula mirada es la galaxia más distante.
En mi pecho el amor renace cual tibia brasa,
afuera, la noche triste se congela en la mísera calma.
La lluvia golpea con sus blandas manos de agua
los negros cristales de los atrios de mi alma.
Despiertan al perro corazón que grita su triste aullido.
En el pensamiento, en esa bóveda de huesos:
los efluvios delirantes, las pasiones de mi vida,
unas manos que tocan el alma, un aliento que roza la muerte,
un olor a amor, mil emociones, ardientes caricias…
voces que no se oyen pero retumban y lastiman.
Entre el pensamiento, alejados de todo, Ella y Yo:
los dos juntos, los dos hechos dioses, los dos vueltos fuego,
los dos solos… Luna y Sol, plata y oro enamorados.
Ella y Yo dejándolo todo por besarnos en el cielo,
para gastarnos los labios mientras vamos alejándonos de todos,
mientras, decididos, vamos despojándonos de todo,
como dos estrellas que abrazadas se fugan buscando la intimidad.
En la intimidad el sonido glorioso de tu voz, melódica cadena,
eslabones de ensueño aquellos versos en tus labios:
Tu sonrisa mato mis penas y la condene a vivir entre mis venas.
En mi corazón se hallan las huellas de tus pasos,
y en mi piel aún crece la tibia hiedra de tus manos.
Las almohadas, dulces dunas de los sueños
en el desierto de las pieles ya desechas
donde agua de oasis son los cálidos besos
que derraman las bocas húmedas y tiernas.
El otoño desolador llega con su cíclico rito deshojador,
desnudando árboles, descubriendo las plazas
y, le pido que me arranque las secas hojas del corazón,
y me contesta:¿Donde lo dejaste? He recorrido el mundo,
mil cuerpos ¡y no encuentro tu roja entraña!
Entonces pienso: como estaría ella a mi lado
reverdeciéndome con la fresca agua de sus ojos.
Como estaría ella, la que hace falta en mi vida,
aquella que mi cerebro se imagina y no dibuja,
la que si estoy fuera de mí se acerca y me guía,
ella... que tiene algo de noche y de luz de día.
Ella, mi estrella nerviosa y sensitiva, trémula y distante.
¡Si eres una estrella! Muéstrame tu cuerpo de fuego,
tus gestos de diosa, tu luz temblorosa, tus senos de aurora.
Por verte hecha carne, por tenerte a ti mi luz errante,
por sentir en mi cuerpo tu luz enamorando mi sombra:
¡Te daría mi vida y todas mis muertes!
El cigarro se ha terminado, aterrizo, regreso y miro
un negro viento abrazando a la noche
con lo gélidos brazos del amor que ya no está…
Contemplando las llamas que suspiran,
caprichosas e intranquilas,
bailando alegres al son del lúgubre viento,
frío susurro sin tiempo y sin dueño,
extraña brisa que siempre llega a recordarme mi destino,
veo reventar en versos el cadáver de un perro.
Resignado me siento al borde de la jardinera
saco una pluma y, para escribir, un trozo de alma.
Luego pienso en el Sol y sus alegres brillos,
en su rostro labrado en el cielo, en su cuerpo hirviente,
cuyos bordes brillan con iris tembloroso y cambiante,
como aquel primer beso que en la soledad nos dimos.
Trato de escribir y no se me ocurre nada, y nada quiero recordar,
sólo quiero olvidar, olvidar, olvidar…y no lo consigo.
Mientras tanto… le doy otro trago al vino negro de la noche,
a ese licor que se bebe por los ojos encendiéndonos la sangre
para después colocar en el corazón nostalgia
como sucede al ver los paisajes que nos desnuda el alba.
El otoño es un dorado licor en las venas de la vida.
Sus brisas golpean árboles y almas, embriagando hojas
y corazones que mareados y sin más remedio caen al suelo.
Su aliento, derrumbando lunas, se eleva por el cielo.
El Sol amante las aguarda en su lecho de diamantes
sobre un sublime ondulante prado de nubes negras;
con su boca encendida comienza por besar sus piernas
su sangre de fuego corre, las lunas enrojecen,
la noche se incendia y los corazones ardientes palpitan.
Emocionado recuerdo nuestros encuentros:
poemas y caricias, almas desnudas que se juntan;
recuerdo tu cuerpo como un horizonte
y veo mi beso, cayendo lentamente, sigiloso ocultándose,
como un tibio sol ahogándose en tu espalda.
Carcomido por el dolor de haber sido y el dolor de ya no ser
me entrego al destino, dejo la poesía para seguir el camino de los otros.
En un vagón la música de mis recuerdos:
latidos, llantos, silencios, los poemas de éste foro y el sonido de los besos.
En la dura y profunda oscuridad el corazón se me quiebra en versos.
Dentro de mí el amor en llamas… afuera, en la superficie, en el concreto
el viento triste que sin fuerza soplan las grises almas.
Ivan Ortega