el café
Publicado: Mié Dic 31, 2008 13:08
Entro en un café. A mi costado un viejo aguanta el
peso del pasado en una celda roja de vino. Sabe que ha terminado en este convento de recuerdos, como en un rosario sin fin de voces que se estrechan en las mesas.
Lo miro apenas al llegar;
desconozco las partidas de nacimiento y no sé su nombre,
sé sin embargo que nombre llevan sus ojos, pero me ha visto entrar con
las burlas de la lluvia, con mis zapatos de carretera vieja dispuestas a
buscar camino. Pido un café tiritando con la tarde y mis huesos suenan impostando
a las campanas.
y la fondera llega a mí con ese aire de sueño transgredido por el humo.
Pido la cuenta, ella me responde: “este te la ha pagado”.
Miro ahora al viejo con detalle matemático
me afianzo solidario en lo que fue su suma, pero ahora veo solo su resta de sus cabellos.
Pienso que llegaré también a ser resta / rellenar crucigramas o malos poemas.
Me voy dejándole unas palmadas en su brazo y los restos de mi lucha con la lluvia. Asienta.
Pienso que sólo le falta salir a la calle, pasear a su estómago hasta el
final del camino para que vea nuevamente como antes, valiente y enamorado
el atardecer.
Le doy las gracias…
peso del pasado en una celda roja de vino. Sabe que ha terminado en este convento de recuerdos, como en un rosario sin fin de voces que se estrechan en las mesas.
Lo miro apenas al llegar;
desconozco las partidas de nacimiento y no sé su nombre,
sé sin embargo que nombre llevan sus ojos, pero me ha visto entrar con
las burlas de la lluvia, con mis zapatos de carretera vieja dispuestas a
buscar camino. Pido un café tiritando con la tarde y mis huesos suenan impostando
a las campanas.
y la fondera llega a mí con ese aire de sueño transgredido por el humo.
Pido la cuenta, ella me responde: “este te la ha pagado”.
Miro ahora al viejo con detalle matemático
me afianzo solidario en lo que fue su suma, pero ahora veo solo su resta de sus cabellos.
Pienso que llegaré también a ser resta / rellenar crucigramas o malos poemas.
Me voy dejándole unas palmadas en su brazo y los restos de mi lucha con la lluvia. Asienta.
Pienso que sólo le falta salir a la calle, pasear a su estómago hasta el
final del camino para que vea nuevamente como antes, valiente y enamorado
el atardecer.
Le doy las gracias…