de espíritus y seres,
ni hombres ni mujeres;
cuerpos etéreos,
sin emoción alguna.
Salvajes aleteos
sonidos que desgarran,
que desangran los oídos.
Seres destinados
al espíritu reclamar
cuando el momento del deceso
nadie pueda evitar.
Llorar, suplicar, renunciar
no lo haré, no.
Y llegada la hora,
muerte en el aire,
ceniza en el cielo;
unirme a las sombras debo
y el oscuro sirviente, ígneo ser desquiciante
por mí espera,
una oración por mí rezarás.
Hoy el dolor me satisface,
el óbito me complace,
desfallezco para despertar
y muero para resucitar.
“Llévame a tu reino”
La oscuridad me canta… me envuelve.
El ángel caído me llama,
debo ir…
Sus colmillos se incrustan en mi cuello,
me desangro;
una luz veo, las sombras desaparecen y,
todo empieza de nuevo.
