De la copa que sirve el tiempo y el olvido…
El lamento, mi fiel lazarillo, me convida de su carne…
Muta el silencio en pena, en cuadro de navaja,
en oscura comunión, en voces que labran pasados…
sobre la palma de mármol y cera
se anudan sigilosos nuestros deseos de sol y de arena.
Como cadenas olvidadas en los puertos del amor que espera
Resuenan las notas de una serenata muerta.
Tu voz; vomito cuajado, revolcado en la miseria
Es la cólera que insendia las horas muertas…
La caja que se abre, los ecos que no callan.
El perro que aulla al claro de la luna y el farol,
Que a estas horas mece tu sombra que va y viene
Como ola que no encuentra su orilla
El reloj que me traga a las once
Y a las seis me devuelve
En el primer amanecer
De tu ausencia