
Llega la noche … inevitablemente
en los caseríos solitarios.
La luna brilla en algunas ventanitas,
titila la luz de alguna vela , farol
o en las noches de invierno
un fogón encendido.
Se siente cierta melodía de la brisa
acariciando las ramas de los árbol
que se los ve como gigantes negros.
Se escucha el ladrido de algún perro,
el aullido de gatos detrás de una
hembra alzada …
Que extraña sensación al oír
diferentes sonidos, se me estremece
el corazón … los siento como
lamentos de almas solitarias y oscuras.
De pronto comienza el croar de los sapos
y escucho el aleteo fugaz de
alguna lechuza asustada …
Se van oscureciendo las pequeñas
ventanitas , así como se oscurece
el alma enfrentada a la triste
soledad no deseada por sentirse
abandonada al derecho a la ternura.
Quizás deseando oír un aullido
un ladrido, o un aleteo asustado
de la lechuza entre los árboles gigantes
y los caseríos solitarios.
¡ Como se enferma el alma ante
el abandono en silencio y oscuro!
Grisel Vidales.