Mecia tu pelo en recuerdos
Siendo rotos en cierto modo
Pues no existia nada de tu ser
Que pudise escribir con una pluma
Inmortalizando en papel el tener
Manchada de veneno endulzado
los versos y rayos de sol espantados.
Buscaba en la lanza del soldado
La puñalada de la ternura
El sabor del metal en mis ataduras.
Y asi conseguir llegar al miedo
Marcando la pasión con locura
Retumbando en los seres mas profundos
Algo que aun no ha sucumbido
Dejando en mi ser, la tristeza pura.
Y no fue más que la aleación de ambos cuerpos
Dos metales, forjando esa tibia espada
Que convertiría nuestro amor en una batalla.
En una batalla desigual de sentmientos
De amor del uno al otro, (ella suspiraba)
Creciendo la distancia entre ambos cuerpos
Cementando miedo sobre el cimiento.
Quedando alguien inmóvil, yaciendo muerto.
Y fue la mano que mecía la cuna
Resurgiendo del color negro onix del cielo
Cogiendo la cabeza de un cabizbajo
Enamorado destrozado por una espada
Que en cuatro partes habia sido cortado.
Dejándome llevar hasta la sangre
Que emanaba de tus sueños cuando me viste
Y te miraba, viendo al guerrero que no conociste.
Y volvería a acudir al fuego que mantiene
Con vida el alma de tantos sufridores.
De esos que buscan sin cansancio ni arrepentimiento
Algo que surja por puro sentmiento
Luchando por algo que marque un sueño
Y sirva de inspiración en copiosos versos.
Encontrando así el sueño de una noche buscada
Y encontrar la pérdida en tus falsos dedos
y tus besos de una noche con falsos dueños
En la que tu me mecías los labios y yo te amaba.
Y él cayó malherido, cogió de nuevo la espada
Yacía en el suelo, medio muerto, esperanzado de la victoria
Que había perdido en el campo de batalla.
Pero agonizaba, y su verdad no le engañaba
Aunque la realidad lentamente le mataba.
Al estar con los ojos infinitos, encontró una salida
A la que todo ser frío, con el corazon sin latidos recurre.
Esa salida en la que todos huyen y nadie muere
En aquella puerta que todo el mundo termina abriendo
Pero que nadie anhela por oro y diamantes que fuere.
Siendo rotos en cierto modo
Pues no existia nada de tu ser
Que pudise escribir con una pluma
Inmortalizando en papel el tener
Manchada de veneno endulzado
los versos y rayos de sol espantados.
Buscaba en la lanza del soldado
La puñalada de la ternura
El sabor del metal en mis ataduras.
Y asi conseguir llegar al miedo
Marcando la pasión con locura
Retumbando en los seres mas profundos
Algo que aun no ha sucumbido
Dejando en mi ser, la tristeza pura.
Y no fue más que la aleación de ambos cuerpos
Dos metales, forjando esa tibia espada
Que convertiría nuestro amor en una batalla.
En una batalla desigual de sentmientos
De amor del uno al otro, (ella suspiraba)
Creciendo la distancia entre ambos cuerpos
Cementando miedo sobre el cimiento.
Quedando alguien inmóvil, yaciendo muerto.
Y fue la mano que mecía la cuna
Resurgiendo del color negro onix del cielo
Cogiendo la cabeza de un cabizbajo
Enamorado destrozado por una espada
Que en cuatro partes habia sido cortado.
Dejándome llevar hasta la sangre
Que emanaba de tus sueños cuando me viste
Y te miraba, viendo al guerrero que no conociste.
Y volvería a acudir al fuego que mantiene
Con vida el alma de tantos sufridores.
De esos que buscan sin cansancio ni arrepentimiento
Algo que surja por puro sentmiento
Luchando por algo que marque un sueño
Y sirva de inspiración en copiosos versos.
Encontrando así el sueño de una noche buscada
Y encontrar la pérdida en tus falsos dedos
y tus besos de una noche con falsos dueños
En la que tu me mecías los labios y yo te amaba.
Y él cayó malherido, cogió de nuevo la espada
Yacía en el suelo, medio muerto, esperanzado de la victoria
Que había perdido en el campo de batalla.
Pero agonizaba, y su verdad no le engañaba
Aunque la realidad lentamente le mataba.
Al estar con los ojos infinitos, encontró una salida
A la que todo ser frío, con el corazon sin latidos recurre.
Esa salida en la que todos huyen y nadie muere
En aquella puerta que todo el mundo termina abriendo
Pero que nadie anhela por oro y diamantes que fuere.
