
Salgo a caminar por la blanca
arena de mi mar en otoño.
Escuchando su música
que me arrulla tiernamente
y la suave brisa que me abraza.
Las gaviotas revolotean buscando
la tibieza del sol mañanero.
El día comienza, me siento libre,
liviana sobre la arena mojada.
Poca gente sobre la playa,
algunos caminando, otros
paseando, nos cruzamos
casi sin vernos, vamos
cada uno con nuestros sueños
mirando el brillo del agua,
el cielo limpio, respirando
el aire fresco de otoño.
Al mirar el horizonte, ese punto infinito
donde se junta el mar con el cielo,
siento dentro de mi el deseo
profundo de dejarme llevar
como el mar se lleva la blanca
arena con sus fuertes olas.
Y sin rumbo, ellas me dejen
en cualquier orilla
con la blanca arena . . .
Grisel Vidales.