Involuntariamente,
bajo la sombra del árbol que ya no baila,
guardando bajo el césped
la sonrisa que ya no hace cosquillas,
ahí yace la niña dormida.
Teniendo pesadillas,
confundiéndolas con fantasías,
deslizándose sólo por el tedio de la vida,
sosteniendo entre sus brazos la debilidad,
la culpa, el abandono,
la incapacidad de amar la vida.
Perdiendo la iniciativa, el interés
Sintiendo el abandono, la soledad
Alguien le enseñó a sonreír un día
y al otro le calló la boca por fortuna,
compromisos y trabajo,
andares de la supervivencia.
Prefirió callar,
acompañada siempre del silencio,
del árbol que ya no baila,
del césped que todo guarda,
de la soledad que le abrazaba ahí,
en el hastío del mundo.