Una lanza traspasando al destino
parece señalar el camnino,
de la pesada timidez_ blandiendo en un hilo.
Va con cegado arte al molino
susurrante, cual saeta en el viento que sopla_ con su vientre un dolor.
Va zanjando con su corte divino;
de la corteza de del verso,
la nota que llora en suspiro.
Y cuál canto labrado en safiro...
Quiebra la tarde con campanadas turquezas y azules misterios;
que aclimatas perdones_ en las praderas del tiempo.
Y canta... Canta su debastador acento,
desde el fondo de un beso...
Sin permitir a su regreso_ que sangre la de herida de su amor.
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