La abracé de improvisto
y tembló como una hoja
nunca jamás había visto
deshojarse así una rosa.
La abracé tanto a mi pecho
que por momentos creí
que los dos éramos uno
y nada me hizo más feliz.
Seguimos así abrazados
e intenté parar el momento
teníamos besos atrasados
desde hacía mucho tiempo.
Mi boca se unió a la suya
en un largo y cálido beso
después llegó la locura
al amarnos en su lecho.
Y en tal estado creí
que el mundo ya no giraba
pues tenía ante mí
su más profunda mirada.
El tiempo se fue pasando
deprisa y sin detenerse
ya nos habíamos amado
y no importaba perderse
entre las sábanas blancas
de aquella ardorosa cama.
Después pasaron las horas
y llegó a su cita la Aurora
cubierta con traje de lino
y brillos de oro muy fino.
En los brazos del amor
fui tan dichoso a su lado
que aún hoy mi corazón
cree que lo ha soñado.