estremeciéndome en tus costas,
ondeando entre tu césped verde,
en tus grises esperanzas...
Baño con caricias que nunca percibís
aquellas partes, que mi ser tiene el honor de tocar.
Anhelaron mis dedos de espuma y lágrimas
por mucho tiempo, acariciar tu piel,
así tan tersa, y tan curtida de dolor...
Mi vientre, bañado en el calor del sol,
alimenta la vida de todo el bosquecito.
Yo, arroyo, bordeo toda tu extensión
amamantando tus crecidas raíces.
Al fin, nuestras esencias, juntas,
se renuevan, y se recuerdan:
como cuando éramos vivos,
y corríamos y nos amábamos en aquel lugar,
lugar, bosquecito de ternura e irremediable tragedia
en el que vivimos antaño, y nos hicimos uno del otro.
Aquel bosquecito, que ahora somos nosotros.
Este lugar, hermoso, y solo,
dónde yo soy el río, y vos, el césped...
