¡Al que el secreto le perfora!
A ti, rota lengua sin manjar
Sin dientes coqueteando los idilios.
¿Cuán es tan delgado tu deseo?
El escribir en el vacio
O en el pozo seco de tu corazón.
Sin cristalizar sueños mágicos
Sin renguear sobre las ninfas
¡Avaricia y solemnes noches!
Dos latidos suspendidos
¡Bálsamo de tristeza!
Más no te cuelgues
De las dolorosas conspiraciones
Ni te fíes del extravagante victorioso.
¿Y qué eres sin la montura?
Un caballero de negro humo
Una condena para el pueblo
Una estampa de la miseria
Tu cabeza, tu fría cabeza
Cual derrama mordidas en jauría
Y a los órganos, una risa perdida
¡A ellos les parecía!
Torturados los dedos tenebrosos
Tibios campos sin cerebro
¡Acompáñame a escuchar
Al viento muerto!
Y su llanto de metal.
¿Quién crees que devora a quien?
Tú por tu lepra critica
O yo como rey del engaño.
Expande tu rasposa salida
Y enloquece con la monotonía
¡Creando y muriendo!
Como lo hiciera la criatura
De terminada salud.
Estas para contar,
Estoy para vociferar
Desnudos cielos sin pudor.
Y apuntado con mi dedo
Los hierros de los versos
¡Muertos, muertos…pero tan bellos!
Como tú, mi fiel lector.
Y yo seguiré perforando la herida
La marcada y la anfitriona herida.
Sin respirar lo estas, como los ojos
Sin salida, lo estas; ¡tan parecida!
Y mientras más suspiros tomes
La sombra anáfora te morderá
¡Infernal Diablo que me come!
¿Para quién es el fulgor lector?
Si en la bondad tu hueco habita
Azar de poemas,
Sinfonía de lobos desgarrados.
Así son los de la Rosa
Desgraciadas estrofas de barro
¡Y un diluvio de pendejos escritores!
¿Para qué quieres continuar?
Ni el apetito me da grandeza
Ni la espada me salva de morir,
Vertebras de cartón
Castillo y una fosa como corona.
No más miel, no más lágrimas
No combatas sin los parpados,
No te unas más mi fiel lector
Deja que me escupan los reptiles
Que ya estoy acostumbrándome
A ser Enrique de la Rosa.