La vida es sin dudar una amalgama,
que nos coloca siempre ante el dilema
de andar en hondo abismo o alta cima,
buscando entre el espíritu y el soma,
la eterna inquisición que nos abruma.
Y hay mucho de mortal que nos infama,
por lo que de inmortal, morir blasfema,
pues ¿Cómo lo inmortal en muerte anima,
sin que la podredumbre lo carcoma
cuando el que amó y vivió muerto se inhuma?
¿Será que el alma es sólo un anagrama
del dios que nos fue dado por emblema
y no hay opción final que nos exima,
de la brutal verdad de nuestro axioma
que nos convierte en nada como espuma?
¿Qué argumento sostiene nuestro drama
cuando se agota el estro del fonema?
Yo sólo sé que el mundo es la tarima
en donde actuamos sobre una maroma
y al caer el telón todo se esfuma.
KARIM