El amor nocturno
Publicado: Dom Jul 08, 2012 14:49
La noche bendice con su palabra
los rumbos inciertos del alma;
le voy a rezar como reza mi amor
los ojos cerrados mirando una luz;
sólo hay que verle parece una flor,
del jardín la más frágil,
la más bella flor.
La noche con su mirada
abre las compuertas del alma
y su blanca alondra
por la maraña de la sangre viaja
como luminosa droga de diseño divino.
El corazón comienza a sudar…
las noches, sin ti y sin lunas, son precipicios.
Por ello a tu salud levanto el vino de sombra
ese licor que la noche ofrece
como beso que consagra
al carnoso labio del placer,
a la virgen que entre humo se exhibe,
al vicio que a las fieras descubre
y a otros de poetas los inviste.
De esos amorosos adictos,
adeptos al insomnio, a deambular
del infierno a la luna cabalgando suspiros
para a solas pronunciar ese nombre
que revienta y construye sus mundos.
Y no es la noche
sino el amor nocturno
quien columpia, excita,
eleva los mares
salpicando el cielo con escamas
y del rojo de Neptuno
¡las estrellas son heridas
mil costras de diamantes!
Escucha esta sangre rota
su elegía, su caer sin rumbo,
los versos que disparados de ella salen;
aprende a descubrir pasiones,
a confrontar lamentos
a través del negro silencio.
Si la noche todo lo expande
y nuestros brazos tocan el cielo
¿Por qué no han de llegar mis labios
a recostarse en el perfume de tu pelo?
Por desgracia ya asoma el alba
el día se tiende, llega la hora,
la noche ha juntado su última sombra
y trémula se encoje y guarda
en el costado abierto de mi alma.
Le voy a cuidar como cuido este amor
cerrando los ojos mirando una flor…
la más bella flor.
Iván Ortega
los rumbos inciertos del alma;
le voy a rezar como reza mi amor
los ojos cerrados mirando una luz;
sólo hay que verle parece una flor,
del jardín la más frágil,
la más bella flor.
La noche con su mirada
abre las compuertas del alma
y su blanca alondra
por la maraña de la sangre viaja
como luminosa droga de diseño divino.
El corazón comienza a sudar…
las noches, sin ti y sin lunas, son precipicios.
Por ello a tu salud levanto el vino de sombra
ese licor que la noche ofrece
como beso que consagra
al carnoso labio del placer,
a la virgen que entre humo se exhibe,
al vicio que a las fieras descubre
y a otros de poetas los inviste.
De esos amorosos adictos,
adeptos al insomnio, a deambular
del infierno a la luna cabalgando suspiros
para a solas pronunciar ese nombre
que revienta y construye sus mundos.
Y no es la noche
sino el amor nocturno
quien columpia, excita,
eleva los mares
salpicando el cielo con escamas
y del rojo de Neptuno
¡las estrellas son heridas
mil costras de diamantes!
Escucha esta sangre rota
su elegía, su caer sin rumbo,
los versos que disparados de ella salen;
aprende a descubrir pasiones,
a confrontar lamentos
a través del negro silencio.
Si la noche todo lo expande
y nuestros brazos tocan el cielo
¿Por qué no han de llegar mis labios
a recostarse en el perfume de tu pelo?
Por desgracia ya asoma el alba
el día se tiende, llega la hora,
la noche ha juntado su última sombra
y trémula se encoje y guarda
en el costado abierto de mi alma.
Le voy a cuidar como cuido este amor
cerrando los ojos mirando una flor…
la más bella flor.
Iván Ortega