VIDA Y MUERTE
Una luz intensa, cegadora,
entró hasta mi cerebro,
desperté desnudo
y sin memoria alguna,
con un grito
que absorbió la aurora.
Lentamente me fui adaptando
al correr de mis sentidos,
abrí los brazos para explorar el mundo
y me inundó una algarabía
de vivencias, colores y sonidos.
Tenía urgencia de crecer,
de sentir la libertad,
salí del nido,
recorrí llanos y montañas
contemplé la mariposa,
subí a las nubes
y acaricie la rosa,
me sentí lleno de vida,
me ví volando, lleno de amor,
en un cielo azul de primavera.
Tropecé y me levanté,
sentí el frío del hielo,
reí como ninguno,
aprendí y comí
del árbol de la vida,
sembré de su semilla
y escribí,
tres poemas en el cielo.
El sol se puso rojo
con matíz de atardeceres,
las hojas del otoño
cubrieron mis senderos
y me sentí cansado.
Cuando el espacio se llenó de estrellas
mi cabeza estaba llena de recuerdos,
era hora de dormir.
Y ahí,
donde me llevó el destino,
cerré los ojos
y me adentré...
en el oscuro,
final camino de la noche.
Leonardo Sáenz B.