Extrañándote
Publicado: Dom Ago 11, 2013 18:23
Te extraño.
Debo ser humilde,
solo debo ser humilde
por los cinco segundos
en los cuales te veo.
En que recuerdo tu rostro,
el mismo que se veía eterno.
El que se esconde tras tu espalda,
que es lo único que recuerdo,
lo último que vi alejarse.
Mentira,
no fue lo último.
Recuerdo que también
vi tu rostro alejarse en las sombras,
las más oscuras de mi mente.
Y ahora,
con el frío,
con el celo,
con la tristeza,
con todo
recuerdo que hasta mis labios
se frotaban entre ellos
para ver si aún queda alguna gota
de tu dulce saliva.
Recordar tus lindos dedos,
los que se deslizan como un esquí,
los que dibujan en mi piel
una hermosa figura, ahí,
ahí donde solo tú llegas.
Hasta el día de hoy sabes
cómo sacar un sentimiento en mí,
aún cuando no te escucho.
Haciendo un esfuerzo
alimento mis ojos,
y les digo que te vean...
sin respuesta.
Y hasta el agua me recuerda tu voz,
porque escucharla
haría que algún líquido
convirtiera mi cara en cascadas.
Con luz,
solo con luz...
Ilumina lo que queda,
ilumina...
Deja de convertirte en vidrio,
porque soy luz.
Porque si lo eres,
no retendrás mi cuerpo.
No, ya te fuiste...
y yo te extraño.
Estoy solo,
estoy acá, esperando.
Esperando un momento
que diga que los mantras
no son una pincelada inútil.
Que alguna esperanza
haga que mis manos
no se sigan congelando
del no recibir el calor
de alguna caricia.
Que la avaricia
no consuma mi ser,
que no quiera otra mujer
por un rato de soledad.
No,
no una pasajera,
una real.
Una, solo una...
te pediría a ti.
Pero no,
ya estás lejos,
muy lejos.
Porque tu vacío,
mí vacío,
todos juntos...
Esa soledad es mi producto,
mi vanal gracia sin gracia.
Porque somos karma,
maldito karma.
Pero a pesar de que estés lejos,
aquí sigo.
Hoy, te canto.
Hoy, me limpio.
Y hoy... hoy... hoy...
hoy te diré lo último,
lo que me reparará por siempre.
Lo que llega por el momento
es el regalo que dejaste.
No, no es el decirte "puta".
Tú eres mi regalo,
el que no recuerdo...
y acá está.
Gracias por dejar espacio
para que otra llegue a usar
lo que ninguno supo acomodar.
¿Sabes?
Yo no sé.
Pero te dejo ésto,
te dejo mi vacío.
Te dejo el retrato,
para que lo leas y pienses
lo patético que crees que me veo
deseando sentir tu frente
en mi nariz.
El tocar con mi dedo
un portal que brille
suspendido en el aire,
porque el levitar se hace necesario
cuando veo tu sonrisa.
Porque da igual el vacío,
aún me dejas el regalo:
tú.
Porque cuando recuerdo,
sin que tu cara esté presente,
recuerdo que veía tu sonrisa
y me hacía soñar en la perfección,
porque tocar tu sonrisa era viajar
al mundo de las ideas.
Y eso es lo más vacío...
Porque recuerdo tu esencia,
pero no a ti.
Y ahí está tu vacío,
ahí está mi mala memoria,
que no viaja al extrangero,
no tiene destino.
Y tú, vacío,
aún te llenas con lo que no recuerdas,
con lo que crees perder.
Te dejo ésto,
para que digas que una vez
hubo alguien que sí te amó.
Porque hubo alguien,
alguien,
que perdió hasta su mente
por volverte a ver.
Adiós...
y gracias.
Debo ser humilde,
solo debo ser humilde
por los cinco segundos
en los cuales te veo.
En que recuerdo tu rostro,
el mismo que se veía eterno.
El que se esconde tras tu espalda,
que es lo único que recuerdo,
lo último que vi alejarse.
Mentira,
no fue lo último.
Recuerdo que también
vi tu rostro alejarse en las sombras,
las más oscuras de mi mente.
Y ahora,
con el frío,
con el celo,
con la tristeza,
con todo
recuerdo que hasta mis labios
se frotaban entre ellos
para ver si aún queda alguna gota
de tu dulce saliva.
Recordar tus lindos dedos,
los que se deslizan como un esquí,
los que dibujan en mi piel
una hermosa figura, ahí,
ahí donde solo tú llegas.
Hasta el día de hoy sabes
cómo sacar un sentimiento en mí,
aún cuando no te escucho.
Haciendo un esfuerzo
alimento mis ojos,
y les digo que te vean...
sin respuesta.
Y hasta el agua me recuerda tu voz,
porque escucharla
haría que algún líquido
convirtiera mi cara en cascadas.
Con luz,
solo con luz...
Ilumina lo que queda,
ilumina...
Deja de convertirte en vidrio,
porque soy luz.
Porque si lo eres,
no retendrás mi cuerpo.
No, ya te fuiste...
y yo te extraño.
Estoy solo,
estoy acá, esperando.
Esperando un momento
que diga que los mantras
no son una pincelada inútil.
Que alguna esperanza
haga que mis manos
no se sigan congelando
del no recibir el calor
de alguna caricia.
Que la avaricia
no consuma mi ser,
que no quiera otra mujer
por un rato de soledad.
No,
no una pasajera,
una real.
Una, solo una...
te pediría a ti.
Pero no,
ya estás lejos,
muy lejos.
Porque tu vacío,
mí vacío,
todos juntos...
Esa soledad es mi producto,
mi vanal gracia sin gracia.
Porque somos karma,
maldito karma.
Pero a pesar de que estés lejos,
aquí sigo.
Hoy, te canto.
Hoy, me limpio.
Y hoy... hoy... hoy...
hoy te diré lo último,
lo que me reparará por siempre.
Lo que llega por el momento
es el regalo que dejaste.
No, no es el decirte "puta".
Tú eres mi regalo,
el que no recuerdo...
y acá está.
Gracias por dejar espacio
para que otra llegue a usar
lo que ninguno supo acomodar.
¿Sabes?
Yo no sé.
Pero te dejo ésto,
te dejo mi vacío.
Te dejo el retrato,
para que lo leas y pienses
lo patético que crees que me veo
deseando sentir tu frente
en mi nariz.
El tocar con mi dedo
un portal que brille
suspendido en el aire,
porque el levitar se hace necesario
cuando veo tu sonrisa.
Porque da igual el vacío,
aún me dejas el regalo:
tú.
Porque cuando recuerdo,
sin que tu cara esté presente,
recuerdo que veía tu sonrisa
y me hacía soñar en la perfección,
porque tocar tu sonrisa era viajar
al mundo de las ideas.
Y eso es lo más vacío...
Porque recuerdo tu esencia,
pero no a ti.
Y ahí está tu vacío,
ahí está mi mala memoria,
que no viaja al extrangero,
no tiene destino.
Y tú, vacío,
aún te llenas con lo que no recuerdas,
con lo que crees perder.
Te dejo ésto,
para que digas que una vez
hubo alguien que sí te amó.
Porque hubo alguien,
alguien,
que perdió hasta su mente
por volverte a ver.
Adiós...
y gracias.