Enfrente mío
furtiva sombra quiere
hoy,
empecinadamente,
botar mi nombre.
Gritan los alambres
ante el imán que los provoca
- y el cerrojo no sabe
en que vuelta de llave
romperá la tuerca -
Dejo a la suerte, mi destino;
tan quieta está la madrugada
y llena de albedrío
sobre la mustia alfombra
que no adivino el suceso.
Suspira la hierba,
sueña el cierzo
un imaginario colectivo,
patina el cerebro
ante tanta indolencia
tras el beso del viento.
Fulgen las luces, otrora bellos
repulgues del amanecer;
llueve... y
¡No hay esperanzas!
Tendré que acostúmbrame a un Agosto,
posiblemente, en Setiembre renazca
por el asombro
en la finura del bosque
asimilado a la realeza de
alguna planta.
¡Tú, me dirás!