Naturaleza, tu visita
Publicado: Mar Jul 07, 2020 12:10
Cada nube un extracto de tu axioma,
oh, cielo de angostura terrenal,
y más allá, mosaicos de jazmín,
donde caes, se despeña el horizonte,
el meridiano,
y esa polaridad desvencijada,
retahílas del iris en tus pasos,
ya alejados, otrora sumergidos
en el tuétano.
Cada porción de sal, una herida insuflada
en singladuras tácitas, la ley de la palabra,
un viaje al interior del cochambre rugoso,
homogénea mirada,
en ti duermen las cuevas del azar.
Prendo candiles, lápices de espuma,
decorados con el fulgor de la asíntota.
No son estas arrugas impacientes,
las que el quiebro rotundo enmascaró en tu cutis,
sino el número enérgico de cada polvareda,
el punzón, el atril de cada folio,
sentenciado al vacío, chimenea de almas,
con la amplitud ignota que enmudece
al destino.
Y la aparente atmósfera, portal de los pilares,
sólo en un sentimiento se acumulan ruinas,
que convierten al mundo en inservible.
Una verdad recobra la visión,
y guía solo a sus esperanzas este último renglón,
como el viento que silba en cada almohada,
como la hoguera ciega que agolpa los latidos,
ante el pulso del humo.
oh, cielo de angostura terrenal,
y más allá, mosaicos de jazmín,
donde caes, se despeña el horizonte,
el meridiano,
y esa polaridad desvencijada,
retahílas del iris en tus pasos,
ya alejados, otrora sumergidos
en el tuétano.
Cada porción de sal, una herida insuflada
en singladuras tácitas, la ley de la palabra,
un viaje al interior del cochambre rugoso,
homogénea mirada,
en ti duermen las cuevas del azar.
Prendo candiles, lápices de espuma,
decorados con el fulgor de la asíntota.
No son estas arrugas impacientes,
las que el quiebro rotundo enmascaró en tu cutis,
sino el número enérgico de cada polvareda,
el punzón, el atril de cada folio,
sentenciado al vacío, chimenea de almas,
con la amplitud ignota que enmudece
al destino.
Y la aparente atmósfera, portal de los pilares,
sólo en un sentimiento se acumulan ruinas,
que convierten al mundo en inservible.
Una verdad recobra la visión,
y guía solo a sus esperanzas este último renglón,
como el viento que silba en cada almohada,
como la hoguera ciega que agolpa los latidos,
ante el pulso del humo.