El olor que embriaga el aire es distinto, distante.
Tanto tantear la gama que mi nariz abarca,
ni ella comprende cómo puede oler a incertidumbre,
esto que yo llamo morada.
La lucha se hace interminable entre estas paredes;
ya no hay alimañas,
ni forma, ni distancia,
¿no ves que lo que corren son ratas?.
Más no cabe mostrar mi lacra,
Alfeizar que no acoge ventanas.
Agua dura que deja su marca
De lamparones secos bajo mi piel.