Se rompe la rutina
cuando tú y yo nos encontramos
y sentados en un café
deja de existir lo demás.
Sin filosofía barata
venimos a ser amantes
de los instantes.
Juega la servilleta en los dedos,
la taza de café aún está caliente,
nos besamos con los ojos
mientras tratamos de decir
quienes fuimos estos días...
Tú,
siempre en la mochila traes algo nuevo,
algo que me cause asombro,
porque tú amas cuando te admiro…
No, ya sé,
tú no amas,
te aman…
Pero tú sabes…
¿Cómo no nombrar
en un poema de amor
al amor?.
Adolecen las horas,
no es indispensable el café
aunque tengamos frío,
es embarcarnos,
llegar a puerto,
a ese puerto tibio
de tu cuerpo y el mío.
Alargamos el diálogo
esquivándonos la mirada,
el reloj como por descuido indica
que ya no es hora prudente de regresar a casa,
“obligatoriamente”
tendremos que buscar donde pasar la noche…
Llegar a nuestra isla
dentro de una goleta,
dejamos todo lo que nos aísla,
las brujas y los demonios…
¿Quién dijo para tomar café?
¡Ah... ya sé!
(sonrisas)
María de la Cruz Díaz
29 de agosto 2008
Lima - Perú