Más fuerte aún que traigo el alma helada;
no quieras preguntar, no digas nada,
no puedo conversar en ese estado.
Quiero esconderme entero en tu brazada
y que no exista nada al otro lado,
abrázame sin dudas ni pecado
aunque no seas más que una almohada.
Concédeme esta noche un beso quedo,
una caricia dócil y templada,
como una madre haría con su hijo
y desaparecer en tu escondrijo
para que vuelva a ser de madrugada
lo que me exige el mundo, y no puedo.