
Medio rota, y acaso abandonada,
en mi cuarto colgada en un rincón,
mi ruinosa guitarra en el olvido
ha tiempo que calló.
No se oyen sus acordes ni sonidos
y no oscilan ni vibran ya sus cuerdas
confinada y sumida en el silencio
tal vez parece muerta.
¡Qué ovaciones logré con mi guitarra!,
cuántas veces lloré con los aplausos
que en conciertos famosos actuaba
con brillante espectáculo.
Mis ojos la contemplan con tristeza,
mis manos ya temblonas ni la tocan,
lloré ayer con aplausos, y hoy con penas…
¡Llegó a los dos la hora!
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