
van fluyendo de tu alma ya senil
que recrean feliz y a toda hora
las vivencias de tu amor juvenil.
Pero en vano los días no han pasado
pues supiste por siempre respetar
con entrega, con celo y sin enfado
las caricias de tu mujer sin par.
Fué la muerte de tu fiel compañera
el motivo de tu triste viudez,
sólo esperas que de alguna manera
a tu lado puedas verla otra vez.
Taciturno caminas por la vida
y tu cuerpo ya empieza a envejecer,
ya cansado tu corazón no olvida
los secretos de amar a la mujer.
Has logrado de nuevo enamorarte
de una hermosa mujer muy singular,
ella tiene su vida para darte
y así puedas tus penas olvidar.
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Mariano Bequer,
14/11/2006