
oda a la melancolía;
de unos labios que no sienten
tu boca asiéndola mía,
tu tibia piel en la aurora,
de unos ojos que no ven
cuando el rocío hace gotas,
entre jazmines y rosas,
junto a los céfiros tenues
de noches frías y solas,
de un árbol que se hace añejo,
y peregrino en las sombras
del recuerdo de tus besos.