y su párvula risa desbordante,
lleva en ristre una espada de diamante
(o eso dice en su cháchara el pilluelo);
-Cuando empieza, no queda quien le aguante-,
me previene su madre y, justo al vuelo,
un zumbido detiene al ras del pelo
ese corcho letal, justo delante.
-¡Date preso, villano, o te liquido!-
se sonríe el avieso d'Artagnan
resolviendo la afrenta de este modo.
¡Cómo no, si bien sé que estoy perdido;
por los besos furtivos que me dan,
yo les robo la cena y ellos... todo!